El caso del “duende de la hornilla”, en Zaragoza.

El 27 de septiembre de 1934 la capital aragonesa se convirtió en el escenario de uno de los capítulos más conocidos e investigados dentro de la casuística poltergeist. El segundo piso del inmueble situado en la calle Gascón de Gotor número 2, residencia de la familia Grijalba y propiedad de Antonio Palazón, fue el lugar en donde un presunto duende se manifestó.

 

Los hechos se desarrollaron en la cocina, y más concretamente en el lugar que ocupa una hornilla de carbón, con una chimenea de tiro regulada por una ventanilla de registro de humos. Por esa “chimenea encantada” comenzaron a surgir unas voces de origen sobrenatural. El etiquetado por la prensa como “el duende de la hornilla” hablaba a los inquilinos del piso.

Pascuala Alcocer, la criada del hogar de los Palazón, no podía creer lo que estaba pasando. Las actuaciones del duende fueron creciendo y el 15 de noviembre de 1934 los vecinos de edificio, atemorizados por los sucesos y convencidos de que no se trataba de ninguna broma o fraude, interponían una denuncia en la comisaría de policía.

Entre los días 20 y 23 de noviembre los agentes de seguridad realizaron varios registros en el apartamento y en los pisos colindantes, pero jamás hallaron nada. La fama del “duende de la hornilla” se estaba convirtiendo en un problema. Una muchedumbre se reunía ante el edificio, alterando el orden público, y, al igual que quince años antes en la ciudad de Valencia, se tuvieron que tomar medidas drásticas.

El lance llegó a ser de tal magnitud que el rotativo británico The Times se hizo eco del mismo. El 27 de noviembre de 1934 publicaba una información que proyectó el incidente de forma internacional.

Un irónico duende, que habla por la campana de una chimenea, tiene sobresaltados estos días a los habitantes de Zaragoza, los cuales se afanan de dar con la pista de la misteriosa voz. Un arquitecto y varios obreros han sido requeridos para trabajar sobre el terreno: han removido todo el piso e incluso han levantado el tejado, pero los trabajos han sido totalmente infructuosos. La policía trabaja activamente. No se ha podido impedir que grupos estacionados frente a la casa se destacasen varias personas y se lanzaran al techo, presas de gran alteración nerviosa, para buscar al duende. La policía se ha visto obligada a desalojar varias veces la puerta de la casa.

El comisario jefe de vigilancia. Pérez, solicitó al juez Pablo de Pablos que se hiciera cargo del caso. El letrado ordenó un rastreo y la vigilancia permanente del edificio, aparte de organizar una comisión médica para investigar este episodio. Los doctores Penella Murt y Rost Ojer serían los encargados de identificar a los presuntos responsables del extraño fenómeno.

Las brigadas municipales levantaron el suelo de la cocina y buscaron mecanismos ocultos que hicieran posible la voz del duende…, pero no hallaron nada.

En el atestado oficial de aquella redada en busca de lo insólito, los magistrados y forenses solo pudieron certificar que la sirvienta, la persona a la que inicialmente apuntaban como causante del burdo fraude, no era responsable de las manifestaciones:

No descubrimos en ella fabulaciones -dictaminó la comisión médica-, tendencia a la mentira ni simulación. Alejada la muchacha de la cocina, continúan dejándose oír la voz. No podemos probar siquiera que se trate de una histérica, ni tampoco de una médium. Tanto la policía como los fontaneros, electricistas y albañiles han hecho diversas inspecciones, no habiendo encontrado instalación alguna que conduzca a la voz fantasmal.

Diferentes periódicos nacionales, seguramente motivados por una sana rivalidad con su colega británico, como Crónica La Nación, comenzaron a analizar amplias crónicas  del “duende de la hornilla”. En sus páginas se daba cumplida información de los mensajes que lanzaba la enigmática voz. Frases como: “¡Ya estoy aquí!” o “Ya estoy aquí. Cobardes. Cobardes.”

Pero quizás el aspecto más espectacular de las manifestaciones del duende fueron las “conversaciones” que mantuvo con los agentes de seguridad durante una de las redadas:

Policía:¿Quién eres?, ¿Por qué haces esto?, ¿Quieres dinero?

Duende:No.

Policía:¿Quieres trabajo?

Duende: No.

Policía: ¿Qué quieres hombre?

Duende: Nada. No soy hombre.

El asunto fue literalmente censurado por las autoridades políticas de la época. No se encontraba explicación alguna al fenómeno y, ante esta situación de impotencia, el gobernador civil de la provincia de Zaragoza, Otero Mirelis, emitió el siguiente comunicado:

Son ya muchos los días que se está tratando la cuestión del duende, sin que se haya puesto la menor dificultad a la exposición de las más variadas noticias y comentarios, que no han tenido otra virtualidad que la de colocar a Zaragoza en un plan de actualidad, no sabemos si beneficioso o perjudicial.

Al objeto, pues, de evitar ridículos y situaciones poco gratas, creo que será prudente y necesario silenciar el asunto hasta que la policía descubra al que, con sus espaciadas monosílabas frases, ha llegado a atraer la atención del país y tal vez preocupar a algunas personas. Confío en que muy pronto hemos de conocer al chusco y que así desaparecerá la infundada inquietud que este hecho haya podido despertar, y por ello ruego a la prensa atienda mi indicación.

A las pocas semanas, un nuevo juez entraba en escena. El magistrado del Juzgado de Instrucción número2, Pablo de Pablos, cedía la investigación al letrado Luis Fernando, juez municipal del Distrito 3, y este retomaba las pesquisas acompañado por el doctor Gimeno Riera.

La autoridad emitió su veredicto final el día 3 de diciembre de 1934:

Primero quise oír la misteriosa voz. Las experiencias realizadas demuestran con absoluta claridad que la voz es debida a un fenómeno psíquico que únicamente se produce en determinadas circunstancias. En la cocina de la casa nos encontrábamos la muchacha de servicio de los antiguos inquilinos, dos testigos y yo […] . Bajo el punto de vista científico no puede ser más interesante y sugestivo, pues aunque no es el primero que se produce, son muy contados los que se registran en la historia médica. Las actuaciones practicadas serán archivadas hoy, por no haberse encontrado persona

Sin duda fue el carpetazo definitivo para cerrar el caso por parte de las autoridades. El segundo expediente forense apuntaba a la sirvienta como sospechosa de ser responsable de la voz. Pero ¿cómo fue posible que el “duende de la hornilla” se manifestara en su ausencia y con el edificio desalojado?

Ni Pascuala Alcocer, que tras la sentencia fue desterrada a su ciudad natal, ni ninguna otra de las personas del inmueble podían ser los responsables. Todo se orquestó de una forma predeterminada para acabar con un asunto que molestaba a las autoridades.

En diciembre de 1934 el duende desapareció. Y su última comunicación fue aterradora: “¡Voy a matar a todos los habitantes de esta maldita casa!, ¡Cobardes, cobardes, voy a matar a los habitantes de esta maldita casa!”

Hoy, transcurridos más de sesenta años, en el mismo lugar donde se desarrollaron los inexplicables fenómenos que han configurado uno de los casos más conocidos y divulgados de la fenomenología poltergeist en España, existe un bloque de apartamentos llamado edificio Duende.

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