Momias felinas egipcias: el mejor fertilizante

El abono sagrado

De todos es sabido la gran afición que los egipcios tenían por la momificación. A parte de faraones y personajes célebres, cualquier animal era susceptible de ser momificado en el antiguo Egipto. Animales domésticos o animales salvajes como gacelas, carneros, perros, reptiles, monos o incluso hipopótamos, acababan haciendo compañía a los faraones en sus viajes post mortem.

Pero de todos ellos, sin duda los gatos fueron los que peor suerte corrieron. Según el autor Jaromir Malek, ya desde el año 1350 a.C., se enterraba ocasionalmente a los gatos junto a sus propietarios.

Pasan los años y se modifican las creencias religiosas. Para el año 900 a.C., se piensa que algunos animales son la encarnación de ciertos dioses y diosas, así al gato le toca en suerte ser la encarnación de la diosa Bastet y se pone de moda el criar gatos alrededor de los templos dedicados a esta diosa. Cuando mueren, se les momifica y son enterrados en cementerios y tumbas comunales creadas a propósito.

 

Corren los siglos y las momias de gatos se cuentan por decenas de miles. Entre los años 332 y 30 a.C., los egipcios comienzan a criar gatos con el único propósito de momificarlos y venderlos como ofrenda a las personas que visitan los templos.

Pero claro, los gatos viven demasiados años para que sea rentable su crianza, de modo se sacrifican cuando tan solo cuentan con 2 a 4 meses de edad, Malek opina que es posible que también los momificaran a tan corta edad para que encajaran mejor en los contenedores que se usaban para tal fin. No se sabe cuántos gatos fueron momificados para estas prácticas, pero los investigadores dicen que existen millones de ellos.

En los últimos siglos del milenio pasado, estos gatos se podían encontrar por centeneras en mercadillos y zocos de todo Egipto. Una pequeña parte se conserva en distintos museos e instituciones del mundo, pero la inmensa mayoría fueron usadas con los fines más dispares.

Existe un dato significativo que cuenta que una compañía británica compró a finales del siglo XIX un cargamento de 17000 kilos de gatos momificados, para pulverizarlos y emplearlos como fertilizantes en Inglaterra. En aquel barco se presume que viajaron unas 180000 momias felinas.

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