Relatos de terror. Fabian, por Ma José

Fabián

Fabián era un muchacho que había pasado la infancia de orfanato en orfanato. Sus ojos eran el vivo reflejo de la maldad, debido a la ira vertida sobre él por su padrastro.

El verdadero padre había fallecido antes de su nacimiento, y su madre, mujer con poca personalidad, se casó con él. Cuando Fabián contaba dos meses de edad, y, hasta los tres años, sufrió todo tipo de vejaciones y maltratos, dejando su cuerpo como un mapa de quemaduras y cicatrices. Cierto día, los vecinos cansados de tanto escándalo y abuso, llamaron a la policía y Fabián fue a parar al orfanato.

Fue tratado por psicólogos y terapeutas, aunque el odio hacia su maltratador iba en aumento. Su comportamiento era agresivo y rencoroso, y más de una vez, fue trasladado a otro orfanato, por agredir a sus compañeros, asestándoles puñetazos y quemándoles con cigarros.

Con la mayoría de edad salió y pese a su agresividad, era un muchacho metódico y con un gran aplomo, por lo que no cejó en el empeño de buscar a su agresor hasta encontrarlo.

Pidió trabajo en el taller de su padrastro y le dio el empleo, puesto que no recordaba su cara.

Su forma de comportarse cambió radicalmente, era muy trabajador y diligente, todo para ganarse su confianza.

Cierta tarde en la que estaban arreglando un coche, su padrastro, que había bebido más de la cuenta, le contó la historia.

La ira se apoderó de Fabián y, propinando un fuerte golpe al capó del coche le metió la cabeza dentro.

Volvió a abrir el capó y le agarró por los pelos; su deformado y quemado rostro estaba irreconocible. Le susurró al oído:

-Soy Fabián, el muchacho al que quemaste, cabrón-dijo.

Le cogió por el cuello del mono de trabajo y arrastrándolo entró a la casa y tras amordazarlo, le ató a una silla.Roció sus pies con gasolina y se fumó un cigarrillo frente a él con una mirada cargada de odio.

-Ahora sabrás lo que se siente al morir quemado-dijo con una mueca en la cara.

Dio la última calada al pitillo y lo lanzó hacia los pies de su padrastro, mientras éste quedó lívido al pensar lo que iba a suceder.

Se giró mientras ría a carcajadas y contempló como el cuerpo se retorcía hasta caer al suelo muerto por las quemaduras y el dolor.

Seguidamente vació el bidón de gasolina por toda la casa y ya en la moto, arrojó un mechero encendido.

Mientras arrancaba y salía a gran velocidad, la casa, a sus espaldas, ardía por los cuatro costados.

Ahora sería feliz.

Relato cedido a Tejiendo el Mundo por Mª José (Todos los derechos reservados por la autora)  www.sherezade-mimundointerior.blogspot.com

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18 May 2009 Misterios y enigmas 6