Los bebedores de sangre. La cola de los anémicos en los mataderos.

La “cola de los anémicos” en el Matadero Municipal de Madrid en 1900

El antiguo Matadero Municipal de Madrid, ahora convertido en centro cultural, era antes donde se degollaban, descuartizaban y comercializaban todo tipo de ganado, y también un lugar de encuentro para los anémicos y gentes con gustos especiales, ya que todas las mañanas guardaban cola miles de personas, con sus cacillos en la mano, esperando recibir su dosis de sangre de vaca, que según la creencia popular curaba sus males.

 

El antiguo matadero de Madrid en el año 1900 se encontraba en plaza de la Puerta de Toledo, luego quedó como mercado de carne cuando el 1908 se construyó el enorme complejo de la Arganzuela, por aquel tiempo en las afueras de la ciudad, para ocultar un poquito las miserias, ya que la cola de los anémicos, en ocasiones rebasaba la plaza y llegaba hasta la calle principal, la Ronda de Toledo.

Un narrador de la época, Eugenio Noel, nos cuenta con todo lujo de detalles cómo eran esas esperas.

La creencia popular de que ingerir sangre ayudaba a que el propio cuerpo generase más sangre, ha sido muy común hasta bien entrado el siglo XX. Incluso ahora.

Esto hacía que en los grandes mataderos de las grandes ciudades se agolpasen personas para conseguir la sangre del degüello de las reses. También los intestinos que se desechaban, porque cuando hay hambre, cualquier cosa es comible, de ahí surgió la famosa sopa de menudillos que tuve la suerte de no conocer.

Al margen de lo que se consideran platos gastronómicos aceptados, como la sangre frita o las morcillas, beber la sangre caliente de una res recién sacrificada, antes de que se coagule, creían que curaba la anemia.

En Vietnam la sopa de sangre es un plato típico para los desayunos, está hecha con sangre cruda de patos o gansos, con trocitos de cacahuetes y varias hierbas por encima. Con la gripe aviar (H5N1) intentaron prohibir su consumo, pero el desayuno es la comida más importante del día y parece que se resisten a renunciar a su sopita.

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *