Ejemplares del zoo humano
Cuando dio a luz pesaba 230 kilos, necesitó tres camillas y tuvo en vilo a un equipo de 19 doctores y enfermeras que le practicaron una cesárea de altísimo riesgo para llegar hasta su hija recién nacida, Jacqueline. Donna Simpson entró en el libro Guinness de los récords como la madre más gorda del mundo, aunque aquello le supo a poco.
Dos años después, y pese a sufrir diabetes y alta presión sanguínea, esta mujer de 42 años –natural de Nueva Jersey y diplomada como enfermera- se ha propuesto duplicar su propio peso y convertirse, a mucha honra, en la mujer más obesa del mundo. Su objetivo es llegar a 450 kilos.
“No sé exactamente por qué me he propuesto esa meta, pero creo que es el peso para el que he nacido”, asegura Donna, que cuenta con un cómplice de excepción: Philippe, el padre de su hija, a quien conoció en un ‘chat’ de mujeres gordas en Internet y con quien se casará próximamente.
“Donna es mi fantasía: cuanto más pesa, más sexy es“, admitía recientemente Philippe, en declaraciones al Daily Mail. Para más morbo, su musa mórbida asegura que la vida sexual de la pareja mejora con los kilos: “A Phillipe le gusta ponerse encima y jugar con la grasa de mi vientre”.
Tan orgullosa está Donna con su propio peso que ha creado una web de pago para exhibir sus carnes y colgar los videos en los que se la puede ver comiendo hasta 70 sushis de una sentada. Doscientos sesenta admiradores le han salido de momento y con sus cuotas contribuyen de algún modo a la causa: 750 dólares es su presupuesto semanal para la comida.
Donna ingiere una media de 12.000 calorías diarias y se relame los labios mientras explica un menú típico: “Cuatro hamburguesas con patatas fritas, una rebanada de pan con manteca de cacahuete y mermelada, cuatro filetes con patatas, una pizza grande, un pastel de chocolate y helado con crema, doce pasteles, dos tartas de queso y muchas latas de refrescos con burbujas”.
Donna se recuerda siempre gorda y comiendo. En el colegio se burlaban de ella, y sus padres la pusieron a dieta. Pronto superó sin embargo los 100 kilos y cuando se casó con su primer marido, el chef Robert Simpson, decidió dar rienda suelta a la gula: “Me traía las sobras del restaurante y no podía resistirme”.
Asegura la ex enfermera (ahora se queda todo el día en casa) que tiene una salud de hierro y que el peso no le afecta, aunque se mueve cada vez con más dificultad y utiliza un pequeño coche eléctrico para los largos desplazamientos.
Los médicos le han recomendado que renuncie a su proeza o podrá morir en el intento.
… cosas vederes Sancho… cosas vederes.
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