Parásitos, larvas y gusanitos
Gusanos… esos pequeños y viscosos bichitos que tanto nos gustan. Ya hace un tiempo vimos en el blog una serie de estos simpáticos gusanos que campaban a sus anchas en nuestras heridas. Veamos hoy otros de ellos, pero más de cerca… ¡abran bien sus ojos!
Pero cuidado, no se les cuele dentro ninguno de los que os mostramos a continuación.
El gusano que vemos en la siguiente foto es un Tórsalo o Dermatobia hominis Miasis. Estas imágenes fueron publicadas en un número de la revista Archives of Ophthalmology. “Miasis” es el término médico para un gusano (larva de mosca) cuando infesta un cuerpo vivo.
El proceso es sencillo, la mosca deja su larva, que se alimenta de los tejidos humanos. En su último estadio, la larva necesita un poro respiratorio, de modo que se acopla en la órbita anterior del ojo.
Las moscas pueden dejar sus huevos en otros insectos, que nos contagian por contacto directo, o bien ponerlos en pequeñas heridas. Este tipo de moscas, la Dermatobia hominis y también la Mosca azul, tienen su campo de actuación en América del Sur y también en buena parte de Norteamérica.
A continuación vemos otro gusano que se pasea con toda tranquilidad por los cuerpos de cientos de miles de personas cada año. Se trata del Loa loa, o “Gusano africano del ojo”. Como su nombre indica, este gusano suele vivir en tierras africanas, aunque se han encontrado muchos casos en prácticamente todo el mundo por los movimientos migratorios de las personas.
A diferencia del que hemos visto antes, éste gusano no es una larva de mosca, sino un parásito que estas transportan. Los tábanos, esas moscas que se alimentan de sangre, a poder ser humana, son las que transportan las larvas del Loa Loa hasta nuestros cuerpos. Una vez instaladas, las larvas se dedican a crecer y a pasearse por todo nuestro cuerpo sin ningún tipo de restricción. Las larvas pueden llegar a tener una longitud de siete centímetros y pueden llegar a permanecer hasta 17 años en una persona.
Se desplazan a una velocidad que puede llegar a los 60 centímetros por hora. Hay machos y hembras, y en su deambular por nuestro cuerpo, si se encuentran, tendrán una serie de pequeñas criaturas llamadas microfilarias, que pasarán al torrente sanguíneo a través de los capilares siguiendo una rutina diaria bastante estricta. De 10 de la mañana a 4 de la tarde están en el torrente sanguíneo, esperando su gran oportunidad, que no es otra que pillar a un tábano en plena acción, para así poder parasitarlo y comenzar el ciclo de nuevo en otros cuerpos. Si no lo consigue, la microfilaria vuelve hasta los pulmones hasta el día siguiente, donde comenzará de nuevo su ronda.
En principio el Loa Loa no causa ningún tipo de síntoma, por lo que uno puede pasar toda su vida parasitado sin tan siquiera darse cuenta. Pero de vez en cuando al Loa Loa le gusta pasarse por los globos oculares, y es ahí donde es pillada infraganti.
Además de su paseo de cuando en cuando por los ojos, puede producir picor en las zonas de la piel por donde va migrando o si llega a un punto muy sensible provocar dolor. También pueden ocurrir inflamaciones e hinchazones bajo la piel y dolor muscular. No hay ninguna zona del cuerpo humano que se libre de la ruta de paso del loa loa, puede llegar a los testículos, la vagina, al corazón e incluso al cerebro. En aquellos individuos con la piel más delgada, puede incluso observarse el gusano y como se va moviendo bajo ésta.