Criaturas míticas de Australia
De entre los monstruos que pueblan los mitos y las leyendas de Australia, existen algunos que verdaderamente pueden reclamar lealtad a la dinastía del dragón. El más popular es el bunyip – una bestia de agua dulce de potencial proteico, pues hay testigos que lo han comparado con una foca, una potra, un emú, una vaca marina, un bulldog e, inevitablemente, un dragón.
Atrás en los distantes días lejanos de la Edad del Sueño, el hijo del líder de una atrevida tribu guerrera se puso en marcha un día en busca de un presente para una doncella. No bastaba con algo corriente; las horas pasaban, hasta que llegó a una gran charca en la que retozaba felizmente un pequeño animal asombroso. Usando su red, el joven capturó pronto a la extraña bestia.
Por la forma, recordaba a un ternero o a un potro, pero su cabeza era parecida a la de un bulldog, con un hocico desafilado y amplias fauces repletas de diminutos dientes. Su cola con aletas era larga y aplanada, sus ojos brillaban como antorchas, y su cuerpo estaba recubierto con un mosaico de escamas iridiscentes. Deleitado, el joven volvió a casa con este maravilloso animal.
Sin embargo, el sabio líder de la tribu quedó horrorizado. Le ordenó a su hijo que volviera a llevar al animal a la charca, pues se trataba de un cachorro de bunyip, y cualquiera que se precipitara a raptar uno de ellos tendría que enfrentarse pronto con la terrible cólera de su madre.
Pero ya era demasiado tarde. Un espantoso rugido como el de todas las tormentas de relámpagos del verano a la vez hizo eco por la tierra, y la gente temerosa vio que los ríos y los lagos se habían levantado, sumergiendo los valles y las llanuras en una inundación completamente arrolladora. En un éxodo desesperado, la tribu salió corriendo a las montañas, pero el hijo del líder aún no había renunciado al pequeño dragón de agua.
De repente, una enorme sombra negra cayó sobre la gente que huía. Era el bunyip madre, una inmensa imagen de escamas brillantes, dientes rapaces y una rabia de reptil monstruosa.
Finalmente, dándose cuenta de su desmesurada locura, el joven abrió los brazos para liberar al cachorro de bunyip – pero ya no eran brazos. Se habían convertido en un par de alas con plumas. Dio un grito de terror, pero su grito no era el de un hombre. En su lugar, era el triste graznido de un extraño nuevo pájaro con cuello largo y delgado, pico rubí y plumaje tan negro como la sombra de la madre bunyip. Miró a sus compañeros y vio que también estaban transformados.
Al fin, la madre bunyip volvió con su cría, y las aguas volvieron a su antiguo nivel, dejando atrás lo que una vez había sido una tribu de humanos, pero que ahora era una bandada de cisnes negros, la primera que se había visto en el mundo.