Los que caminan solos
Queremos pensar que entre los casi siete mil millones de personas que habitan el planeta nosotros somos entes únicos, independientes y diferenciados del resto, tanto a nivel físico como espiritual. ¿Pero hasta qué punto esto es cierto? ¿Existen personas en otros lugares del planeta que son exactamente iguales a nosotros?
Hace ya bastantes años de esto, era para mí una época de pocas preocupaciones. Estudios y fiestas constantes con los amigos. Solíamos frecuentar una discoteca casi todos los fines de semana, se podría decir que aquel oscuro garito era como nuestro segundo hogar, donde dábamos rienda suelta a nuestras artes humorísticas entre cervezas, tabaco y algún que otro flirteo con las chicas de siempre. Pese a que ya han pasado casi 20 años de aquello, lo recuerdo como si fuera ayer.
Era tarde, bastante tarde. El local ya se había medio vaciado y tan solo quedábamos allí los que por costumbre solíamos ver amanecer antes de llegar a casa. La discoteca tenía varias barras, mi preferida era la que estaba más cerca de los servicios, no por nada, pero así solía aprovechar los viajes para descarga y carga. Todo estaba bastante oscuro, a excepción de la línea que formaba la barra que estaba iluminada desde arriba con una larga fila de pequeños focos de luz amarillenta. Decidí tomarme la última cerveza y me alejé del grupo de amigos en dirección a mi querido abrevadero, me puse en una esquina de la barra, no había nadie a excepción del camarero que tras servirme la cerveza se puso a ordenar un poco aquello, supongo que con ganas ya de acabar la jornada. Di un trago y me encendí un cigarro con la intención de fumármelo allí con tranquilidad, antes de volver con los colegas. En ese momento, justo al otro lado de la barra que debía de tener como unos ocho o nueve metros, alguien apoyó sus codos y con un gesto le pidió también una cerveza al camarero que se la sirvió con desdén y continuó a lo suyo.
Fue un breve momento en el que ambos alzamos la cabeza y cruzamos nuestras miradas. Al otro lado de la barra había una persona que era exactamente igual a mí. Durante unos segundos ambos nos miramos fijamente, supongo que aquel tipo pensaría exactamente lo mismo que yo. Era como tener un espejo enfrente, una sensación bastante extraña recorrió mi cuerpo, es difícil de explicar lo que uno siente en una situación como ésta. Recuerdo que se me pasó por la cabeza el acercarme a aquel personaje y observarlo más de cerca, quizás ver si su voz era como la mía, si se llamaba igual… pero por algún motivo decidí coger mi cerveza y marcharme de allí. Mientras me alejaba y me mezclaba con un grupo que bailaba en el centro del local me giré y vi como aquel “yo” seguía en la barra y continuaba mirándome impertérrito.
Durante un tiempo había gente que me comentaba que me había visto en algún lugar cuando yo sabía que no era posible porque ese día o en ese momento estaba en otro sitio. Poco a poco eso dejó de suceder hasta convertirse en un simple recuerdo que no se me olvidará jamás.
Esto que os acabo de contar es una experiencia propia y real que simplemente comparto con vosotros para tratar este tema de los Doppelgänger, “el que camina solo”.
La palabra Doppelgänger tiene su origen el folclore nórdico y germánico y su significado vendría a definir a una especie de doble de una persona viva. La cosa tiene su miga porque las leyendas y la literatura lo asocian a un ente fantasmagórico que aparece con dudosas intenciones, aunque también hace referencias a “gemelos malvados” e incluso al fenómeno de la bilocación.
Sea como fuere, que uno se encuentre con su Doppelgänger no suele ser una buena noticia ya que los más optimistas lo relacionan con mala suerte o problemas en general, y los más pesimistas, con una muerte inminente. En la literatura, posiblemente ya exagerando un poco el tema, se les apuntan atributos más propios de los vampiros como no reflejarse en los espejos y no proyectar sombra.
Los Doppelgänger pueden ser bastante puñeteros, ya que según parece se pueden incluso aparecer a amigos y familiares, haciéndose pasar por nosotros, con la única intención de crear confusión y, por defecto, problemas.
El tema de los desdoblamientos, dobles o fantasmas clónicos, como lo queramos llamar, ha existido en prácticamente todas las culturas desde que se tiene memoria. Lo podemos poner en un plano espiritual, quizás como una metáfora de nuestro otro yo, de ese yo un tanto siniestro y misterioso.
En mi caso, ya que nunca he padecido los efectos secundarios del encuentro con mi doble, es posible que tan solo se tratara de una simple casualidad y de los azares genéticos que también hay que tener en cuenta. Quien sabe…
Y vosotros. ¿Os habéis encontrado ya con vuestro Doppelgänger?
Tejido por Sinuhé