El disco de Festo, el código indescifrable
El disco de Festo (o disco de Phaistos) es un curioso hallazgo arqueológico de finales de la edad de bronce. Fue descubierto el 15 de julio de 1908 por el arqueólogo italiano Luigi Pernier en la excavación de un palacio minoico en Festos (Phaistos), cerca de Hagia Triada, en el sur de Creta. El propósito de uso y el lugar en el que se construyó aún no han sido determinados, lo que ha convertido a este objeto en uno de los más famosos misterios de la arqueología. Actualmente se encuentra en el museo de Herakleion en Creta (Grecia).
Algunos arqueólogos suponen que la escritura del disco de Festos es minoica, pero no se trata ni del lineal A ni del lineal B. Aproximadamente 10 signos del disco son similares a signos de la escritura lineal. Por esa razón, otros especialistas le atribuyen un origen no cretense. Por ejemplo, según la “teoría proto-ionica”, el disco seria la obra de un pueblo cicladico.
Una de las cosas que hace que el Disco de Festo sea una pieza única es el hecho de que los caracteres que aparecen sobre el disco no son dibujos sino impresiones realizadas con algún tipo de tampón o sello, con lo que a efectos prácticos podríamos afirmar que se trata de uno de los primeros documentos impresos de la Historia.
Intentos de descifrar el Disco
Durante todo el s.XX han sido numerosos los intentos de descifrar el contenido del disco, en el que pueden apreciarse 61 palabras, 30 en un lado y 31 en el otro, en una secuencia de impresión en espiral cuyo significado se desconoce.
Se ha considerado todo tipo de hipótesis sobre su contenido: Desde plegarias religiosas hasta inventario de soldados, pasando por narraciones épicas y todo tipo de teorías especulativas pseudo-científicas… como no podía ser de otra forma, como es redondo, ha faltado tiempo para que saltaran auto proclamados arqueólogos relacionando el disco con extraterrestres y marcianos, o con mitos fundacionales de culturas un poco extrañas…
Un siglo de investigaciones
“-Un objeto hallado el 3 de julio de 1908 por un equipo de arqueólogos italianos que encontraron nella sera, como dijeron ellos, en el ala nordeste del palacio de Festos, sembrado intacto en la tierra negra, entre restos calcinados de bovinos, ceniza, polvo y pedazos de cerámica, minoicos y helenísticos, un disco de arcilla de quince centímetros de diámetro, con ambas caras grabadas con signos dispuestos en espiral. Ceniza, bovinos, disco, cerámica y hasta una tableta con signos trazados en la llamada escritura lineal A, fueron puestos en una canasta y -como si se tratara de un recién nacido largamente esperado- fueron presentados al padre –pardon!- al jefe de la excavación, el arqueólogo Luigi Pernier”.
(El disco del tiempo. Ediciones SM. p. 19)
El arqueólogo italiano Luigi Pernier encontró el 3 de julio de 1908, en el transcurso de unas excavaciones llevadas a cabo en el palacio de Festos, un disco de arcilla de unos 15 cm de diámetro, impreso en sus dos caras por una serie de signos que parecen componer un mensaje jeroglífico.
Ese mensaje no ha dejado de inquietar a los estudiosos.
El Disco de Festos ha sido visto como un calendario, un juego de la oca, una oración a la Gran Diosa, un inventario de bienes…
El enigma persiste, pues los más rigurosos investigadores señalan con propiedad que no podrá descifrarse mientras no aparezcan artefactos o inscripciones parecidas.
Desde hace 100 años, el Disco de Festos, el unicum, arde en su misterio en espera del nuevo Champollion que, contra todo pronóstico, lo descifre.
La teoría de los versos Tartésicos:
El disco de Festos es una pieza de arcilla circular en la que aparecen grabados por las dos caras 242 signos jeroglíficos o ideogramas en relieve, seguramente con la intención de servir como “tampón” en lo que se podría calificar como el antecedente de la imprenta. Este disco apareció en las ruinas del palacio minoico de Festos, en la isla de Creta, sin que se puede datar con seguridad por el incierto contexto arqueológico en el que se encontró, aunque no debe de estar muy lejos de mediados del segundo milenio a.de C.
Los expertos coinciden en la singularidad de la escritura de este disco ajena a las de la isla de Creta y de las conocidas en todo el medio oriente constituyendo “un caso único” y que “nada demuestra que su origen sea cretense”, en palabras de Jean-Pierre Olivier (Las civilizaciones Egeas, del neolítico y de la edad del bronce. Editorial Labor-1992).
Para los estudiosos del neolítico y el bronce de la península ibérica deberían llamar la atención algunos de los ideogramas que aparecen en el disco, pero este no ha sido el caso y salvo el notario -metido a investigador- D. Blas Infante ninguno hace referencia al posible origen andaluz-peninsular de este disco. Blas Infante, en su libro El Ideal Andaluz, hace una clara referencia al tema al asegurar que “en el disco de Festos…. se encuentran los caracteres neolíticos andaluces, reproducidos exactamente, formando en la inscripción con otros representativos”.
La aparición de este disco perteneciente al mundo argárico-tartésico en una zona como la isla de Creta, y en una época como es mediados del segundo milenio a. de C. (entorno al 1.500 a.de C.), no es extraño si tenemos en cuenta los múltiples intercambios comerciales entre la península y el mediterráneo oriental, como nos dice F. Jordá en el primer volumen de La Historia del Arte Hispánico – La Antiguedad- de la Editorial Alhambra, Madrid-1978, “dentro ya del segundo milenio a.de C las influencias y contactos con los pueblos del mediterráneo oriental se hacen cada vez más patentes y más intensos. Las necesidades de metal (cobre, estaño, plata) de las “grandes potencias” orientales (hititas, sirios, micénicos y egipcios) hace que esos contactos sean cada vez más estrechos, lo que determina la inclusión de nuestra península dentro del área comercial del mundo mediterráneo”.
No sólo estaría el disco de Festos como prueba de esas relaciones entre oriente y occidente en tan tempranas fechas, ahí están también las tumbas “micénicas” y los idolillos “cicládicos” que aparecen en Andalucía durante la cultura de los Millares, datadas mucho antes que las civilizaciones micénicas y cicládicas. También están las pinturas de barcos “de tipo egeo” aparecidas en una cueva cerca del estrecho de Gibraltar. Esperemos que con el tiempo, el interés de los estudiosos y un poco de suerte en las excavaciones (de hecho, ya se van encontrando en Andalucía algunas piezas cerámicas catalogadas como micénicas que van confirmando estas relaciones) pueda llegar el momento en que se esclarezcan con rotundidad las relaciones entre Andalucía y el mediterráneo oriental
Ahora no se trata de exponer todas las pruebas que demuestran estas relaciones -al margen del tipo de relación- si no de intentar establecer la del disco de Festos con la, hasta ahora no comprobada escritura ideográfica tartésica, y más en concreto con las leyes en verso que según Estrabón tenían los turdetanos, descendientes de los tartesios, con más de “6.000 años de antiguedad”. Es posible que los 6.000 años de Estrabón no seann los actuales, sino más bien serían años tartésicos de tipo estacional. Es decir, que se trataría de unos mil quinientos años antes de él, lo que equivaldría que las leyes en verso de los tartesios se remontarían hasta mediados del segundo milenio a. de C. con lo que nos situamos en las fechas dadas para el discos de Festos.
En la época a la que hacemos referencia existía en Andalucía un pueblo, el llamado argárico, con un alto nivel económico y cultural, que dominaba la navegación y que extendía su influencia desde el sudeste peninsular hacia el levante y hacia oeste por el bajo Guadalquivir y la costa atlántica. El pueblo argárico se puede considerar como tartésico en sentido amplio siguiendo a Maluquer de Motes o Gómez Moreno y no, como otros estudiosos sostienen, circunscribiendo lo tartésico sólo al periodo llamado “orientalizante”.
Es lógico pensar que una cultura como ésta que mantenía un gran intercambio comercial necesitara de la escritura al igual que los pueblos contemporáneos. Aunque no se ha encontrado algo que se pueda considerar como escritura relacionada con los argáricos, sí que existen multitud de ideogramas por separado que inducen a pensar en que sí existía. Y es aquí donde llegamos al disco de Festos, ya que algunos de los ideogramas que aparecen en el disco y que no se pueden relacionar con su entorno físico si que aparecen en la península e incluso alguno de ellos sólo se conocen aquí.
El disco de Festos tiene 45 signos diferentes entre las dos caras. Están distribuidos en espiral en grupos perfectamente separados como si cada grupo constituyera una frase. Si analizamos una de las caras, que podríamos denominar cara A, y pusiéramos las frases (cuenta con 31 grupos de ideogramas o “frases”) en líneas independientes y nos fijásemos en las terminaciones de cada frase podríamos deducir fácilmente que se trata de un poema que cuenta, incluso, con un “estribillo” ya que tres de las frases se repiten en grupo dos veces y una de ellas individualmente se repite tres veces. También podemos observar como la misma terminación compuesta por dos ideogramas se repite en 12 ocasiones de las 31 frases, alternándose como ocurre en un poema.
De los 45 ideogramas que aparecen en el disco, muchos de ellos pueden considerarse comunes a los ideogramas que se utilizaban en todas la escrituras, por ejemplo: una rama, un pez, un pájaro, un hombre, etc que se utilizaban dibujadas de una forma u otra y que podemos encontrarlos aislados o en grupo en las pinturas esquemáticas en la península sin que se puedan considerar exclusivas de una zona.. Pero llama poderosamente la atención la existencia de dos ideogramas que podemos considerar como propios de las culturas del bronce peninsular, sobre todo de los argárico-tartésicos. Nos referimos al ideograma de la flor de ocho pétalos, símbolo que vemos en una arracada o pendiente tartésico que se conserva en el museo de Cádiz y que está muy relacionado con la estrella de ocho puntas tartésica. Pero sobre todo, llama la atención el ideograma que representa a un guerrero con un penacho de plumas en la cabeza que es propio de los guerreros argáricos que navegaban por el atlántico y el mediterráneo dejando sus huellas por todos lados en forma de pinturas rupestres e insculturas. Estos guerreros con penachos son estudiado por F. Jordá y J. Mª Blázquez en el libro Historia del arte Hispánico -LA ANTIGUEDAD. y por F. Jordá Cerdá en “los Tocados de plumas en el arte levantino”.
También aparecen guerreros con penachos en una estela egipcia de Ramsés II en la que se recuerda la lucha y la victoria contra los invasores conocidos como “pueblos del mar” de los que formarían parte los argárico-tartésicos, según F. Jordá Cerdá. La presencia de estos prisioneros con penachos en la estela de Ramsés II viene a demostrar esta intuición del profesor Cerdá.
Otra característica que llama la atención del disco de Festos es el estar escrito en espiral lo que puede tener un paralelismo con las estelas tartésicas posteriores que también tiende a la escritura en espiral.
De todo ello podemos intuir la pertenencia a la cultura argárico-tertésica del disco de Festos, que no sólo sería la primera escritura conocida de los pueblos peninsulares sino también sería el primer poema del que tenemos constancia de un pueblo tan dado a la poesía como el pueblo tartésico-bético-andalusí-andaluz.
Francisco García Duarte
El juego de la Oca
¿Simple entretenimiento de mesa o recorrido iniciático? He ahí la cuestión. El Juego de la Oca o Jardín de la Oca esconde símbolos en muchas de sus casillas. Si los analizamos uno a uno y en su conjunto quizá descubramos cuál es el fin último de este singular tablero.
Casi todo el mundo ha jugado alguna vez al Juego de la Oca y… tiro porque me toca. Es un sencillo entretenimiento de mesa cuyo objetivo es recorrer las casillas y alcanzar la meta antes que los demás jugadores. Hay quien sostiene que ya existía durante la época de la Guerra de Troya, debido al descubrimiento del Disco de Phaistos (datado entre los años 1500 y 1700 a.C.) en las ruinas del Palacio de Creta. Esta pieza tiene dos caras, de 30 y 31 casillas, respectivamente, con dibujos diversos, entre los cuales se observan ocho pájaros. Una de las hipótesis (ver recuadro en la pág. 56) sobre el origen de este juego hace referencia a la Orden de los Pobres Caballeros del Templo de Salomón y atribuye a los templarios (Monográfico nº52 Templarios) la invención del juego que, en realidad, podría ser un plano secreto en el cual los freires identificaron sus encomiendas más ocultas bajo la figura de una oca. Por otra parte, hay que señalar que este juego se ha asociado al tramo más representativo del Camino de Santiago, el que transcurre entre los Pirineos y Compostela o incluso Finisterre (debido a ciertos elementos como los puentes que debían atravesar los peregrinos y la posada o el hospital en el que se alojaban). También se ha especulado con la posibilidad de que este entretenimiento de mesa se tratara de un medio de peregrinar a Compostela para quien no pudiera hacerlo físicamente. ¿Pero esconde algún mensaje esotérico este singular tablero?
(Extraído del Artículo “La simbología oculta del Jardín de la Oca”. Revista Más Allá de la Ciencia nº230)
¿Un engaño?
El experto en falsificaciones artísticas Jerome Eisenberg afirma que los 45 símbolos que cubren el disco de Faistos, fechado hasta ahora en el año 1700 a.C., no tienen ningún sentido, ya que en realidad se trata de una hábil falsificación. Según Eisenberg, el descubridor de este objeto, Luigi Pernier, creó un objeto totalmente insólito, con un texto indescifrable, debido a que necesitaba una prueba desesperada que demostrara su valía como arqueólogo frente a los colegas de la época que empezaban a copar la atención internacional, sobre todo Arthur Evans al hallar el palacio de Knossos.