Los años han hecho caer la historia en el olvido, pero Madrid pudo albergar un monumento aun mas grande y espectacular que la mismísima Torre Eiffel, Sin embargo, todo quedo en un proyecto monumental que jamás se llego a construir.
Su artífice: Alberto de Palacio y Elissague, nacido en Francia en 1856 y que vivió casi toda su vida en España hasta su muerte en 1939. Quizá el nombre no sea muy conocido, pero fue un gran arquitecto e ingeniero, que cambio la fisionomía de Madrid con la edificación de infinidad de construcciones que incluso hoy son un referente en la historia de la capital de España, como la Estación de Atocha, el Palacio de Cristal o la sede del Banco de España.
En 1882 terminó sus estudios en la Escuela de Arquitectura de Barcelona.y completó su educación en París, donde fue alumno del propio Gustave Eiffel. Toda su obra se caracteriza por la búsqueda de la funcionalidad y la innovación, utilizando el acero y el cristal para lograrlo.
Con varios proyectos cambió la imagen del Madrid de principios de siglo XX, entre ellos:
1883: participa en la construcción del Palacio de Velazquez en el parque del retiro.
1884-1891: colabora en la ejecución de la Sede del Banco de España .
1887: Participa en la construcción del Palacio de Cristal, también en el retiro, e inspirado en el Crystal Palace de Londres, de nuevo en colaboración con Ricardo Velázquez Bosco y el ceramista Daniel Zuloaga;
1888-1892: diseña y construye la Estación de Atocha, también en Madrid, en colaboración con el ingeniero Saint-James;
1890-1893: trabaja, junto con su hermano, el también ingeniero Silvestre de Palacio, en su proyecto más importante, el puente transbordador de Portugalete, conocido como el Puente de Vizcaya o Puente Colgante, auténtica y monumental “Puerta de Vizcaya”, en la desembocadura del río Nervión . Fue el primer puente de este tipo que se construyó en el mundo;
1914-1916: construye la fábrica Osram en el Paseo de Santa María de la Cabeza en Madrid
Pero la obra que le hubiera hecho mundialmente famoso de haberse llevado a cabo, y su más increíble proyecto era el que presentó en 1893 en la Exposición Universal de Chicago, con un tema especial: El cuarto centenario del descubrimiento de América…
Como en la mayoría de Exposiciones hubo un concurso arquitectónico, en el que el español presentó un proyecto alucinante consistente en una gran esfera metálica de 200 metros de diámetro que iría colocada sobre una gigantesca peana de 100 metros de altura. Con estas dos piezas se igualaba la altura de la torre Eiffel (300 metros), y sobre ella se colocaría un gran faro, que mostraría la altura en que el monumento superaba al parisino.
El proyecto de Alberto Palacio ganó el primer premio, sin embargo, nunca llegó a construirse en Chicago. Se quedó en un proyecto de proporciones excesivamente utópicas que señalaba lo que el hombre era capaz de imaginar, pero poco más…
Aún así, el bueno de Don Alberto no se rindió y realizó una segunda versión de su gran Torre con el objetivo de presentarlo en Madrid, en concreto en el Parque del Retiro en el que unos años antes (1887) ya había construido el Palacio de Cristal, inspirado en el Crystal Palace de Londres.
Alberto de Palacio y Elissague era por aquel entonces un arquitecto muy reconocido y respetado en Madrid. Sus construcciones habían comenzado a despuntar y en el Retiro ya tenía dos: el Palacio de Cristal y el Palacio de Velazquez, así que, en un primer momento se vio con buenos ojos el proyecto de esta monumental torre.
Esta Torre era un Monumento a Colón y conmemorando el cuarto centenario de aquel lejano 1492, Alberto de Palacio había ideado un portento lleno de metáforas del descubrimiento: La esfera representaba el planeta, con los continentes y océanos representados en su superficie, y en la cúspide aparecía una reproducción de la carabela Santa María con Colón y su tripulación a bordo.
La esfera ocupaba un volumen descomunal de 4.180.000 metros cúbicos, y una superficie de 125.000 metros cuadrados, junto al ya conocido Palacio de Cristal del propio arquitecto.
Sin embargo, el final del siglo XIX no era una buena época para una construcción así en España. Los tiempos felices en los que España era una potencia económica hacía mucho que habían pasado y las colonias estaban desapareciendo por momentos, hasta llegar a su fin en 1898.
Así, a pesar de que tanto el proyecto como el arquitecto fueron colmados de elogios, el monumento se abandonó como utópico y poco a poco se fue olvidando hasta casi desaparecer en la bruma de los años.