El fusil fotográfico
Hoy en día el movimiento de las cosas ya guarda pocos secretos para nosotros. Los avances de la tecnología han conseguido congelar en fotogramas hasta las secuencias de movimiento más rápidas de la naturaleza, como el aleteo de un insecto, u otras menos naturales, como una bala en plena trayectoria. Pero esto no fue siempre así y hasta hace relativamente poco algo tan simple como saber si un caballo corriendo mantenía siempre alguna de sus patas en el suelo o no, era todo un enigma.
Este asunto del caballo, y una apuesta de por medio, fue el pistoletazo de salida para que la fotografía diese un paso más, consiguiendo a través de secuencias de fotogramas, captar y descubrir el movimiento oculto de las cosas.
Corría el año 1873 cuando al otro lado del charco Eadweard Muybridge se ocupaba de solventar la apuesta del caballo, montando una serie de cámaras alineadas que se disparaban mediante cables al paso del caballo, con obturadores de su invención que alcanzaban velocidades hasta de 1/500s.
Con el tiempo, Muybridge perfeccionó la técnica y pasó prácticamente el resto de su vida fotografiando el movimiento de las cosas, sobretodo de los animales.
Paralelamente en Francia, Étienne Jules Marey, fotógrafo y médico especializado en la fisiología, se hacía eco de los avances de Muybridge para aplicarlos también a sus ya extensos estudios sobre el movimiento. Marey ya había obtenido secuencias del movimiento de aves, e incluso del corazón humano, pero con métodos gráficos bastante rudimentarios. Utilizando polígrafos e instrumentos de registro similares tuvo éxito en analizar con diagramas el caminar de un hombre y de un caballo, el vuelo de los pájaros y los insectos.
La cuestión es que la fotografía se presentó como el método ideal para capturar el movimiento, y Marey, que era todo un manitas, no tardó en inventar una serie de dispositivos fotográficos que serían los precursores de lo que hoy conocemos como cine. De todos ellos, el que tratamos hoy es el fusil fotográfico, un curioso aparato que funcionaba exactamente igual que los fusiles de la época, pero en lugar de disparar balas, tomaba hasta doce fotogramas a la asombrosa velocidad de 1/700s.
También inventó los correspondientes aparatos con los que reproducir las secuencias de fotogramas y así poder estudiar los movimientos captados. La escopeta no tardó en pasar a la historia para dejar hueco a cámaras mucho más sofisticadas y a estudios más serios y rigurosos, En 1882 Marey abrió la Estación fisiológica en el Bois de Boloigne, donde en los siguientes años efectuaría los estudios sobre el movimiento del cuerpo humano quizás más importantes que se han realizado nunca. Muchas de las técnicas utilizadas por Marey se continúan utilizando hoy en día para la captación de movimientos para el cine de animación, por ejemplo.