El gran monstruo de la mitología nórdica
Los Aesir – espléndida selección de gallardos dioses guerreros de la mitología nórdica – se enfrentaron a numerosos monstruos, pero ninguno comparado con Jormungander, la gigante Serpiente Midgard.
Desovado por Loki, dios del mal, sus espirales se extendían por la tierra hasta donde la vista podía alcanzar, y su horrorosa cabeza de dragón y su interminable cuello sobresalían por encima de la tierra y las montañas como un pilar escamoso color ébano coronado por el semblante mismo de la muerte. Apenas si hubo sorpresa, entonces, cuando esta aparición temerosa fue llevada ante los Aesir y Odín el Sabio lo expulsó al océano más profundo.
Pero, aunque había desaparecido de su vista, Jormungander no dejó de existir. Al contrario. En la profundidad de su acuoso dominio, mucho más lejos de los reinos de los dioses y los hombres, se hizo mucho más grande, hasta que finalmente sus poderosas espirales rodearon el globo, con sus fauces mordiendo su cola como un ourobos. Y aquí estaría destinado a permanecer hasta Ragnarok, el Día de la última Batalla. Ese día se enfrentaría al más poderoso de los Aesir – Thor, dios del trueno.
Sin embargo, antes de este encuentro catastrófico, estos dos increíbles combatientes estaban destinados a cruzar sus caminos en dos ocasiones diferentes. El primer encuentro tuvo lugar durante una visita de Thor a Utgardhaloki, el rey de los gigantes, que eran antiguos enemigos de los Aesir. Viendo una oportunidad para denigrar al poderoso Thor, Utgardhaloki lo retó a un trío de pruebas físicas. En realidad, se trataba de preubas imposibles de conseguir para cualquiera pero el rey era habilidoso en la magia y había encubierto su verdadera naturaleza, haciéndolas parecer comunes. Una de las pruebas parecía particularmente degradante.
Burlándose de la conocida fuerza de Thor, Utgardhaloki puso en duda que el dios pudiera ni siquiera levantar un gato. Con gran enfado, Thor agarró al animal por ambos lados e intentó levantarlo del suelo; pero el gato no se movió. Aunque lo intentó con todas sus fuerzas, Thor sólo pudo levantar al animal un palmo del suelo. Utgardhaloki rió a mandíbula abierta ante la extraña escena, encolerizando a Thor y alentándolo a hacer un último intento. Con cada tendón tirante y forzando cada músculo, Thor tiró del implacable animal del rey, pero apenas si consiguió levantar una de las patas ligeramente del suelo.
Thor también quedó avergonzado con las otras pruebas. No pudo beberse en tres tragos un cuerno de hidromiel que los súbditos de Utgardhaloki se habían bebido de dos tragos o menos. Y ofreciendo la última humillación, fue doblegado en una lucha con la niñera de la infancia del rey, un vieja mujer débil.
Avergonzado y humillado, Thor abandonó el reino de Utgardhaloki la mañana siguiente y fue escoltado más allá de sus fronteras por el mismísimo rey. Sólo entonces, con su tierra a salvo lejos de la furia que Thor pudiera desahogar sobre ella, confesó Utgardhaloki la verdad en relación a las pruebas.
El cuerno había estado unido a los océanos, y aunque, en consecuencia, Thor no podría haber logrado de ninguna manera beberse su contendio completamente, su sorbo había sido tan profundo que había creado el primer reflujo del mundo. En cuanto a la “vieja niñera débil”, no era otra que la Vejez, y nadie podía vencerle.
Sin embargo, lo más sorprendente fue la fuerza que Thor había demostrado con el gato de Utgardhaloki, ya que no era en absoluto un gato. Su forma felina era sólo una ilusión, tejido hábilmente por el rey para ocultar la verdadera identidad de una criatura totalmente diferente – la serpiente que rodeaba al mundo, Jormungander. Cuando Thor había logrado levantar del suelo una de las “patas” del gato, en realidad había levantado la cabeza y la cola de la gran Serpiente Midgard, una proeza muy asombrosa.
Si hubiera sabido que lo habían engañado, Thor hubiese seguramente dado muerte al gigante rey con su martillo mágico, Miolnir, pero tan pronto como pronunció sus últimas palabras, Utgardhaloki se desvaneció: su presencia acompañando a Thor en su marcha no había sido nada más que otra ilusión.
Muchos años después, Thor y otro gigante, Hymir, abuelo de Tyr, dios de la guerra, estaban pescando en el mar, y Thor usaba como cebo una cabeza de buey entera. De repente, algo muy poderoso agarró la cabeza y empezó a tirar hacia abajo en las olas, con el anzuelo firmemente incrustado en sus fauces. Thor era muy consciente de que sólo existía una criatura capaz de ejercer tal fuera – la serpiente Midgard.
Recordando la forma en que este monstruo le había hecho parecer débil y tonto en la corte de Utgadhaloki, saboreó la oportunidad de sacar al dragón serpiente fuera del mar y arrojarlo a la orilla. Tirando de la cuerda con todas sus fuerzas, Thor luchó con la criatura gigante durante tanto tiempo que a Hymir le pareció que llevaba siglos haciéndolo, hasta que finalmente Jormungander se cansó, y Thor parecía preparado para lograr su antigua ambición.
La inmensa y repulsiva cabeza de la criatura surgió del agua, y Thor giró su amrtillo Miolnir para dar el golpe fatal; pero en ese momento, Hymir perdió los nervios. La imagen de la terrible cara tan cerca de su propia cara fue demasiado para él, y sin dudarlo, cortó la cuerda de Thor. De forma instantánea, la Serpiente Midgard se hundió en las olas, mientras que Thor lo único que pudo hacer fue enfurecerse de impotencia al verse burlado de nuevo.
Innumerables años pasaron en el reino de los mortales, pero para los Aesir supuso sólo un pestañeo de ojos, pues el mundo había empezado cuando llegó Ragnarok. Era el tan esperado Día de la Última Batalla, con dios frente a gigante, deidad contra demonio, hombre contra monstruo, y Thor, dios del trueno, contra Jormungander.
El mar se contorsionó cuando el colosal dragón se desenroscaba a medida que se acercaba a la orilla para luchar con el único capaz de ofrecerle un reto que mereciera la pena. Thor lo estaba esperando, y su combate final dio comienzo. La tierra tembló con la violencia del incesante asalto del dragón sobre su adversario, y los cielos se iluminaron cuando Thor arrojó rayos quemantes, y brillantes jabalinas de relámpagos contra su mortal enemigo.
Con un grito final de guerra, Thor levantó el Miolnir por encima de su cabeza, dándole vueltas una y otra vez, hasta que los cielos giraron en un vertiginoso torbellino – entonces se sumergió en la huesuda cabeza del dragón con un golpe estrepitoso cuyo eco pudo escucharse en todo el mundo. Herida de gravedad, la Serpiente Midgard emitió una ráfaga ensordecedora de rabia y dolor antes de caer sin vida en el suelo. Thor había vencido al enemigo más terrible que jamás se hubiera retado con los Aesir, pero, de esta forma, Jormungander también había vencido al más poderoso de sus miembros, puesto que sólo unos momentos después de dar muerte al dragón serpiente, Thor caía muerto a su lado, asfixiado por la fétida nube de veneno exhalada tras el último respiro de la gran bestia. Para dos enemigos tan igualados, el resultado parecía encajar tanto que era inevitable.