La muerte de la familia de Nicolás II
Con tanta serie de criminalistas ahora todo el mundo está familiarizado con las reconstrucciones de rostros humanos por medio de los cráneos de sus cadáveres. Existen varios tipos de técnicas, bidimensionales, tridimensionales en molde, gráficos 3D, hologramas… Es muy divertido, como jugar con plastilina, pero hay una técnica especial que muy poca gente conoce, y ayudó a identificar a toda la familia del zar Nicolás II, él incluido. La deconstrucción facial. Es para la ciencia forense como la refutación científica de los filósofos de la ciencia. ¿Puedes probar que todos los cuervos son negros?, busca un cuervo blanco.
En una reconstrucción normal 2D (es más artesana y si se utiliza es por gusto personal), hay un cráneo y se quiere conseguir una imagen , lo más precisa posible, de su rostro. En este caso, tenemos la imagen del rostro, y tenemos que “quitarle capas”, como una cebolla, llevar un proceso inverso al normal, para conseguir una representación del cráneo. Esta técnica, denominada “degradación de la imagen del rostro” ideada por el doctor José Manuel Reverte Coma, consiste en lo siguiente: a partir de una fotografía, se van eliminando las partes blandas hasta averiguar los límites del hueso, su tamaño, su forma y su aspecto, partiendo de la premisa de que “no hay dos cráneos iguales” y su extensa experiencia trabajando con restos óseos.
Una característica de la familia imperial rusa, era su afición por las fotografías familiares. Tenemos tantas, que hay material de sobra. Se degrada la imagen y se compara con los restos óseos exhumados. El estudio de ADN ya los identificó, pero gracias a éste método podemos devolverles sus rostros y saber quién es quién. Para reconstruir la historia, no hay mejor testimonio que el diario escrito por el encargado de la ejecución.
La noche del 16 al 17 de julio de 1918, el zar Nicolás II y toda su familia, junto a tres miembros del servicio y el doctor personal, fueron ejecutados en un sótano de la casa Ipátiev, en Ekaterimburgo, en los Urales, a 1.450 km de Moscú. Eligieron el sótano por ser la única parte de la casa con paredes de yeso, para evitar el rebote de las balas. La ejecución debía ser rápida para no llamar la atención, por lo que cada soldado tenía a una víctima asignada. En el exterior de la casa Ipátiev, esperaban dos camiones para trasladar los cadáveres hasta la mina llamada de “los cuatro hermanos”, donde pensaban deshacerse de ellos. Los camiones tenían el motor en marcha para disimular el ruido de los disparos. Había prisa, el ejército partidario del zar, los llamados rusos blancos, se acercaba para liberarlo.
La casa Ipátiev, propiedad de un antiguo comerciante, pasó a llamarse por los captores de la familia imperial “la casa del propósito especial”, este propósito era, como cabe esperar, ejecutar a la familia. Yakov Yurovski estaba al mando, y conocemos lo que ocurrió aquella noche porque lo escribió todo, sin perder detalle. Sus cuadernos fueron de gran ayuda a la hora de reconstruir la escena del crimen e identificar a alguna de las víctimas.
También tenemos los planos de la casa, actualmente destruida, se sabe que la familia del zar ocupaba cuatro de las habitaciones superiores, siempre vigilados por soldados, y la casa protegida por dos frentes de ametralladoras. Durante la revolución bolchevique, el zar pidió asilo para él y su familia en Inglaterra, ya que era pariente del príncipe Jorge V, éste tuvo que negarse por encontrarse en guerra con Alemania y ser la zarina alemana, pero envió espías que trazaron unos planos preciso de la casa Ipátiev para intertar rescatarlos extraoficialmente. La conclusión fue que la casa era una verdadera fortaleza y la inviabilidad de un plan de rescate. La familia quedó a su suerte, que fue mala.
La noche del 16 la familia dormía, les despertaron y les dijeron que se vistieran y bajaran al sótano, mintieron diciendo que iban a trasladarles y antes querían hacer una foto de familia, como tantas que se habían hecho a lo largo de la vida. Se colocaron como para hacerse un retrato,entró Yurovski con 17 soldados y anunció que habían sido condenados a pena de muerte. No les dió tiempo a reaccionar, lo que en un principio iba a ser una ejecución organizada no lo fué, porque hubo soldados que se negaron a disparar sobre mujeres, alguno de los que disparaban estaban tan borrachos que no sabían donde apuntar, una ráfaga de disparos que llenó la habitación del humo de la pólvora y el yeso desprendido de las paredes, las mujeres gritaban y las balas rebotaban contra los cuerpos de tres de las grandes duquesas, como por arte de magia. Los soldados tuvieron que salir porque no veían nada. Esperaron unos momentos, en compañía del vodka, y volvieron a entrar a la habitación para rematar a los heridos.
El zar Nicolás cayó de un único disparo a quemarropa efectuado por Yurovski, la zarina Alexandra de un disparo en la boca. Una de las grandes Duquesas, María, murió al instante, al resto hubo que rematarlos con bayoneta y golpes de culata. El zarevich Alexei estaba aun con vida, Yurovski le remató de un disparo en la cabeza. Una criada, entre el humo y la pólvora intentó huir y fue rematada a golpes de bayoneta , incluso el perro de la familia murió de un disparo. Al mover el cuerpo agazapado de una de las duquesas, ésta abrazaba a un perrito. Al quitarles las ropas comprobaron por qué ninguna de las grandes duquesas había sufrido daños en los órganos vitales, llevaban una especie de chaleco antibalas, hechos con dos corsés cosidos entre ellos, y entre los dos, cuidadosamente cosidas todas sus joyas. De ahí que las balas rebotaran. En total se realizaron 103 disparos.
Cuando la familia real fue conducida a Ekaterimburgo, desde el palacio Alexandre, los primeros en llegar fueron la zarina, Alexei, que estaba enfermo de hemofilia como todos los descendientes de la reina Victoria de inglaterra (paradójicamente no viviría más de 10 años) y María, la tercera hija. Alexandra escribió una carta a sus otras tres hijas diciendo que no se olvidaran de traer medicinas, era la clave para coser las joyas imperiales en los corsés.
Envolvieron los cuerpos en sábanas, al ir a levantar el cuerpo de Anastasia, la más pequeña, ésta se incorporó chillando, por lo que le destrozaron la cara con la bayoneta y los subieron a los camiones. Después de una serie de averías, camiones atascados en el barro y otros problemas, llegaron a la mina de los Cuatro Hermanos. Allí arrojaron los cuerpos. Los guardias que habían ayudado fueron despedidos, y nada más llegar al pueblo, entre vodkas, contaron toda la historia. Yurovski no quería que el éjercito afín al zar recuperara los cuerpos. Tuvieron que volver a la mina, estaba inundada, atándolos con cuerdas sacaron uno a uno los cadáveres. El segundo camión se había estropeado definitivamente, por lo que tuvieron que transportarlos todos en uno, no llegaron muy lejos. En lugar de tirarlos en la siguiente mina, tuvieron que cavar una fosa, por las prisas poco profunda. Pensaban quemar los cuerpos y encendieron una hoguera después de rociarlos con queroseno, pero hacen falta más de 10 horas para que un cuerpo se consuma en una hoguera improvisada, por lo que fueron a parar a la fosa, arrojaron ácido sulfúrico sobre los cuerpos para que no pudieran ser reconocidos y los enterraron, ya amanecía cuando acabaron.
Al poco tiempo, un campesino dió con la tumba, pero no se obtuvo permiso para la exhumación hasta 1991. Aparecieron los restos de 9 cuerpos. Y aquí empieza la tarea forense, combinada entre Austria, Rusia y Norteamérica. Las identificaciones forenses se hicieron por medio del análisis del ADN, y el estudio del los restos óseos.
Para el estudio del ADN se utilizaron muestras de ADN mitocondrial (se transmite de madres a hijos, ya que las mitocondrias del óvulo tienen su propio ADN distinto del nuclear, son como bacterias abducidas por la célula, sólo se modifica por mutación cada 7.000 años, aproximadamente), el ADN autosómico (la parte de los cromosomas que transmiten la herencia de padres a hijos) y el estudio del cromosoma Y (que se transmite inalterado de padre a hijo) Con el estudio del ADN se comprobó que tres de los restos más jóvenes , tres mujeres, eran hermanas entre sí y se relacionaban con dos adultos, sus posibles padres. Los cuatro cadáveres restantes no guardaban ninguna afinidad ni entre ellos ni con la familia. Eran los cadáveres del doctor y los tres criados. Faltaban dos cadáveres, el del zarevich Alexei y el de una de las hijas pequeñas, o Anastasia o María. A unos 70 metros de la primera fosa, en 2007 se localizó una segunda, con los restos fragmentados de dos niños, balas de distinto calibre y los cántaros usados para transportar el ácido sulfúrico. Eran Alexei y su hermana, su ADN mitocondrial coincidía con su madre y hermanas, y el cromosoma Y con el del hombre emparentado con ellos encontrado en la fosa.
Ahora había que determinar si el cráneo del padre de la familia desenterrada era el del zar Nicolás II. Había que buscar parientes vivos para comprobar las muestras de ADN autosomal. Se eligió al príncipe Felipe de Edimburgo, su pariente más cercano y los restos de sangre de una camisa que se guardaba en el museo de una herida que recibió durante la guerra chino-japonesa. Hubo que analizar el ADN del hermano fallecido del zar por un cromosoma mutado que también tenía.
En la segunda fosa, el ADN mitocondrial mostraba que los dos niños eran hermanos e hijos de la mujer de la primera fosa, el cromosoma Y demostraba que el niño era hijo del hombre identificado como el zar. Toda la familia imperial había sido identificada, solo faltaba saber entre las dos pequeñas, quién era María y quién Anastasia.
El análisis forense de los restos óseos se llevó a cabo de la siguiente manera:
Cuerpo 1. Anna Demidova, asistenta de la zarina. Su pelvis era de una mujer adulta y sus huesos estaban muy dañados por exceso de trabajo.
Cuerpo 2. Doctor Botkin, médico de la familia imperial. El esqueleto era de un hombre maduro con varias heridas de bala.
Cuerpo 3. Gran duquesa Olga. Era la mayor de las hermanas, tenía 20 años de manera que su cuerpo estaba completamente formado, frente prominente y cuencas de los ojos separadas, herencia materna.
Cuerpo 4. El zar Nicolás, por su altura y edad, acababa de cumplir 50 años. Tenía los huesos de las caderas desgastados de montar a caballo.
Cuerpo 6. Identificado como la gran duquesa Tatiana.
Cuerpo 7. La zarina Alexandra. Esqueleto de una mujer madura con un elaborado trabajo dental, que incluía porcelana y platino. El cráneo muestra hipertelerismo, un rasgo genético heredado por vía materna que produce un efecto de separación en las cuencas oculares, los compartía con varias de sus hijas.
Cuerpo 8. El cocinero imperial Kharitonov. Sus restos eran los más fragmentados por ser el primero que arrojaron a la mina.
Cuerpo 9. El asistente del zar, Trupp. Estaba debajo del cadáver del zar y sus huesos se habían mezclado.
El cuerpo de María, que murió inmediatamente, sería el desaparecido y encontrado junto al de Alexei.
El trabajo del doctor Reverte consistió en la deconstrucción de los cráneos a partir de fotografías. Jugaba con la ventaja de que tanto las cuatro grandes duquesas como el zarevich habían tenido parotiditis, paperas, un año antes de la ejecución, y era costumbre de la época rapar al cero las cabezas. Siguiendo una broma, los cinco se habían fotografiado tanto de frente como de perfil, por lo que la forma de los cráneos era muy patente. Por medio de un programa informático que invierte las tablas de reconstrucción de espesores, consiguió una identificación de cada uno de los cuerpos. Con la zarina fue más difícil por la cantidad de pelo que mostraba, y el zar, con sus bigotes característicos, no dejaba apreciar bien los rasgos de la cara, por lo que tuvo que hacer dos modelos, con y sin aleta goníaca (el bueno resultó ser el que sí la tenía). Al cotejar los dibujos con los cráneos, coincidían. Aunque había dudas sobre los restos de las cuatro hijas del zar, el estudio de sus cráneos resultó relevante.
Ahora la familia imperial al completo se encuentra enterrada en la cripta imperial del la catedral de San Pedro y San Pablo de San Petersburgo.
Un hecho curioso es que el monje Rasputín, al que tanta devoción tenía la zarina Alexandra (y sus hijas, pues todos los cadáveres llevaban un medallón con su imagen) por ser la única esperanza de curación del zarevich, aunque su hemofilia no tuviera cura, profetizó que si alguien de la familia imperial le asesinaba (no se sentía muy querido), todos morirían en menos de dos años.