Cuando ponerse enfermo era una aventura.
Quizás ahora no se prodigan demasiado gracias a las franquicias, pero se siguen manteniendo en algunas barberías de barrios, incluso en algunos lugares se ha vuelto a la tradición de instalar en las fachadas de algunas peluquerías unos coloridos postes con una curiosa tradición.
Recuerdo cuando era pequeño, que en mi barrio había de barbería con un colorido poste dando vueltas día y noche. Mi mente infantil imaginaba que ese poste era un dulce, pero no fue hasta que crecí y decidí saciar mi curiosidad, que supe el significado de ese curioso símbolo que tanto atraía mi atención.
Hace unos cuantos siglos, a finales del siglo XIII, existía una peculiar profesión que era la de cirujano- barbero, cuya labor era de lo más dispar, igual cortaban la barba y el pelo que hacían sangrías, extraían muelas o blanqueaban los dientes con aguafuerte,
Este oficio surgió por las disputas de los gremios de cirujanos y barberos, ya que los primeros eran gente con estudios, pero además de cobrar más, los barberos eran más solicitados por la diversidad de servicios que prestaban, y muchos contaban con la confianza de nobles a los que prestaban sus servicios y que no creían demasiado en la medicina de aquella época.
Algunos de estos barberos se dejaban aconsejar o incluso estaban acompañados en su aprendizaje por un cirujano, pero la mayoría tomó el oficio heredado de sus padres, que a su vez tampoco tenían demasiados conocimientos lo cual, en la mayoría de los casos acababa en desastre y era peor el remedio que la enfermedad. Por ejemplo, en esta época los cirujanos-barberos solían remediar un dolor de cabeza con una trepanación, pues pensaban que cortar un trozo de cráneo aliviaba la presión sobre el cerebro, causante del dolor de cabeza e incluso curaba la locura,. Imaginaros el riesgo de tener migrañas en la época.
En la primavera era común que la gente acudiera a hacerse una sangría, pues se creía que sacando el exceso de sangre, se equilibraban los humores del cuerpo y se era más resistente ante las enfermedades. Millones de sanguijuelas eran usadas para este fin, pero la mayoría usaba un método más drástico.
Se sumergía el brazo del paciente en agua caliente para que las venas resaltaran y poderlas ver mejor, luego el paciente se agarraba con fuerza a un poste donde las venas se hinchaban y el barbero hacía una incisión en la vena elegida (cada una era asociada a un órgano) para que la sangre brotara y cayera en un recipiente, que hacía las veces de medidor de la cantidad de sangre extraída, llamado sangradera.
Cuando los cirujanos-barberos que tenían prestigio y no eran ambulantes se establecían en un local, adoptaron como símbolo para colocar en sus puertas y que la gente los reconociera, un cartel con una mano levantada de la que chorreaba sangre que caía a la sangradera.
Como las manchas de sangre del poste no daban buen rollo a los clientes, el poste se pintó por completo de rojo y en él se ataban trozos de venda blancas. Entonces el gremio decidió cambiar el reclamo de sus fachadas, y en lugar de la mano chorreando sangre, colocaron el poste blanco y rojo que era más discreto para señalizar su establecimiento.