Rumores y leyendas sobre los peligros del autoplacer sexual
El que más el que menos, todos hemos escuchado alguna vez los viejos rumores sobre los peligros que conlleva la masturbación. Aquellos que durante décadas, los defensores de la castidad se encargaron de pregonar en un sociedad bastante falta de información sobre temas relacionados con la sexualidad. Cegueras, anemias, acné, resecamiento de la médula espinal o la condenación eterna son solo algunos de los síntomas que, antaño, podía uno sufrir por el mero hecho de hacerse, coloquialmente hablando, una paja.
Sin dar ni quitar crédito a estas amenazas, hablaremos hoy de unos riesgos mucho más inmediatos y tangibles; los que acarrean los tocamientos demasiado fantasiosos e imprudentes. En todos los hospitales del mundo circulan rumores que cuentan cómo avergonzados pacientes acuden al doctor para que les arregle los daños que se han ocasionado por usar, en su búsqueda del placer, artilugios diseñados para otro fin. veamos algunas de las más típicas.
Tal vez el rumor número uno sea el de la mujer que pide ayuda para extraerse una botella parcialmente introducida en la vagina. Resulta que ha usado una botella vacía y destapada, por lo que se ha hecho el vacío y ya no la puede sacar. Una segunda versión de la historia presenta el problema de una mujer que llega a urgencias con unos extraños cortes en la vagina. Al final se descubre que se los ha hecho al romper por su cuenta la botellita de marras.
En algunos casos, la víctima de sus propios ardores no puede culpar al vicio de sus males, sino a una desafortunada combinación de malas compañías y sustancias químicas. Se escucha por ahí la historia de una pobre chica a la que unos aprovechados atiborran de productos afrodisíacos. Por una cosa o por otra, al final no hay cópula, por lo que la moza no encuentra alivio a su febril excitación. Al día siguiente, es descubierta empalada en la palanca de cambios de su coche.
Caso aparte es cuando el placer sexual queda de lado y la vagina es usada como “porta objetos”. La siguiente historia surge en una prisión, los carceleros ven que una reclusa estaba alterada mentalmente y tenía síntomas de haber tomado algún estupefaciente y creen que podría estar ocultando droga en su organismo. La llevan a urgencias y le hacen numerosas pruebas que curiosamente revelan que un arma se encontraba en el interior de su vagina. La llevan directamente a quirófano, la anestesian y por precaución los cirujanos se colocan chalecos antibalas. De repente, en un tenso momento, un medico afirmó que el arma tenía una bala en la recamara y podría dispararse en cualquier momento y había que tener mucha cautela. La decepción de los médicos sobrevino cuando extrajeron el objeto y comprobaron que era nada más que un mechero de butano con forma de pistola y el objeto que se podía ver en la radiografía al lado del era una pipa de crack. Los carceleros estaban en lo cierto, la paciente estaba ocultando droga pero de una manera un tanto peculiar.
Los equivalentes masculinos de estas historias relatan insólitas extracciones de objetos introducidos por el ano como fundas de puros, botellines de refrescos, muñecas… El caso más espectacular lo protagonizó un veterano de guerra que acude al hospital con un proyectil antiaéreo insertado en el ano. Los doctores llaman a los artificieros, que escuchan aterrorizados de boca del viejo que el proyectil mantiene intacta su carga explosiva. Dice: “Este pepino aún podría tirar abajo un Messerschmitt”.
Otro grupo de accidentes tienen que ver con erecciones inoportunas e incontroladas. La más grave cuenta cómo un adolescente se entretenía introduciendo el pene en una arandela. Llegado un momento, el engrosamiento del miembro hizo que la arandela comenzara a estrangularlo. La erección fue a más, con lo que el estrangulamiento era aún más severo y se hacía imposible volver al estado de flaccidez. Cuando el mozo llegó al hospital, los tejidos, a partir del lugar donde estaba colocada la arandela, habían sufrido una privación de oxígeno demasiado prolongada.
Hay también cientos de casos de lesiones por uso inadecuado de maquinaria. Tal vez no haga falta decirlo, pero se llevan la palma las aspiradoras y las ordeñadoras, aunque no hay que descartar otro tipo de artilugios. Y si no que se lo pregunten al carpintero de la leyenda, que acude a urgencias con los testículos hinchados como globos. El hombre cuenta a los facultativos que la hinchazón ha empezado después de que se cosiera el escroto con una grapadora. El motivo de tan drástica reparación era el desgarro genital que se había auto infligido con la lijadora que acostumbraba a usar para estimularse.
Por respeto a los amantes y defensores de lo hámsters, no citare el caso de Erik, y su pareja Andrew, que fueron ingresados para un tratamiento de emergencia después de que una noche amorosa les fuera francamente mal…
“Introdujimos un tubo de cartón por su recto y deslizamos por dentro a Ragot, nuestro hámster hasta que Kiki (apodo amoroso de Andrew) grito “¡Armagedon!, en señal de que ya había sido suficiente. Intente recuperar a Ragot, pero no podía salir. Así que me asome al tubo y encendí una cerilla para ver si se asomaba a la luz”.
Según se cuenta, la cerilla encendió una bolsa de gases intestinales y el lubricante que habían usado y una llamarada salió por el tubo produciendo quemaduras en la cara de Erik, que por lo que se puede deducir, estaba asomado mirando. También se incendio el pelaje del hámster, lo cual provoco que se prendiera otra bolsa de gas, mayor y mas interna propulsando al roedor fuera como una bala de cañón. Erik, el que había introducido al hámster, asomado al tubo, sufrió quemaduras de segundo grado y rotura del tabique nasal a consecuencia del impacto del hámster mientras que su chico sufrió quemaduras de primer y segundo grado en el ano y en el tracto intestinal inferior. El hámster sobrevivió, pero al salir corriendo despavorido, como seguía en llamas prendió fuego a dos cortinas una cama y un sofá. Erik y su chico Kiki, estaban tan heridos que no reaccionaron a tiempo del tremendo incendio que se produjo en casa.
En fin, menos mal que todo esto son leyendas y rumores… ¿Verdad?
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