Izanami e Izanagi, la Pareja Primordial
Los mitos de la tradición japonesa se recopilan en el Kojiki, también conocido como la Crónica de los Antiguos Hechos del Japón, un libro que data del 712. Es una recopilación de cuentos tradicionales, que reúne mitología con literatura, poesía e historia. Se divide en tres partes (o maki):
1La Era de los Dioses. Es en la que entra el mito de la creación del mundo y el reinado de los distintos dioses, repartido en seis ciclos, como el de Yamato, el de Izumo (donde aparece la historia del conejo blanco), etc.
2 La Era de los Héroes. Cuenta las historias de los hijos de los dioses, los héroes y los dioses terrenales. Son canciones y relatos míticos. El héroe principal es Yamato-takeru.
3La Era de los Hombres. En esta parte, las historias están protagonizadas por emperadores y emperatrices, que son los descendientes de los hijos de los dioses. Acaba en el reinado de la emperatriz Suiko (593-628).
El mito de la creación del mundo, en la Era de los Dioses.
En los inicios, cuando la tierra era joven y no estaba completamente formada, parecía aceite flotante e iba a la deriva, cobraron vida tres dioses invisibles en el Takamagahara (Las Elevadas Llanuras del Cielo), Amanominakanushi-no-kami (Señor del Centro del Cielo), Takamimusubi-no-kami y Kamimusubi-no-kami. Les acompañaban dos divinidades menores, Umashiashikabihikoji-no-kami y Amanotokotachi-no-kami. Los cinco eran las “Deidades Celestiales Separadas” primordiales. Les siguió siete generaciones de dioses y diosas celestiales, que dieron lugar a la pareja primordial, Izanagi-no-Mikoto (El Varón Augusto) y su hermana y esposa Izanami-no-Mikoto (La Mujer Augusta).
Los otros dioses ordenaron a la pareja “terminar y solidificar la tierra movediza”, de manera que se colocaron sobre un puente flotante de nubes en el cielo, y agitaron el mar con una lanza mágica cubierta de gemas. Al levantar la lanza las gotas que cayeron de ella formaron una isla llamada Onogoro, la primera tierra sólida. Descendieron a la tierra, y sobre ella levantaron la Columna Celestial, y un lujoso palacio.
Ahora su misión era poblar la tierra, por lo que debían tener hijos, pero no sabían cómo. Izanagi le preguntó a su hermana cómo era su cuerpo, y ella dijo que le faltaba una parte, él comprobó que le sobraba una parte, por lo que decidieron unir las dos partes. Inventaron un ritual matrimonial, Izanagi rodeaba la columna celestial por la izquierda y su hermana por la derecha, al encontrarse, intercambiaban cumplidos y mantenían relaciones sexuales.
El primogénito de la pareja fue Hiruko (Niño-Sanguijuela), que nació deforme, por lo que decidieron colocarle en una cesta de juncos que dejaron en el mar a la deriva. Preguntándose qué habría pasado para tener un hijo deforme, tuvieron una iluminación y recordaron que al encontrarse tras rodear la columna celestial, Izanami fue la primera en hablar, así que de ahora en adelante, en el ritual del cortejo Izanagi hablaría primero.
Así se echa a la mujer la culpa del hijo deforme y se justifica para legitimar su inferioridad frente al varón.
Con el ritual bien hecho, Izanagi tuvo miles de hijos. Primero parió una serie de islas, el archipíelago japonés, después numerosos dioses y diosas, entre ellos los del Viento, las Montañas y los Árboles, pero cuando parió al dios de Fuego, Kagutsichi, los genitales de la madre se quemaron, hasta tal punto que enfermó y murió. Aun así, en su agonía, Izanami siguió teniendo hijos, pero estos nacían espontáneamente de su vómito, las heces, la orina… De las lágrimas de su desconsolado esposo también surgieron cientos de dioses. Cuando Izanagi se cansó de llorar, montó en cólera y descuartizó a su hijo el dios del fuego, culpable de la muerte, y de los pedazos del cadáver nacieron más dioses.
Izanami, fue a parar al mundo subterráneo de los muertos, el Yomi-tsu-kuni, La Tierra de la Oscuridad, Tierra de las Raíces o Tierra Profunda. Izanagi decidió ir al Yomi en busca de su esposa para devolverla la vida, pero cuando llega, ella ya ha comido del alimento de los muertos, lo que te ata para siempre a su mundo. Izanami aparece a la entrada del Yomi cubierta con un sudario y rodeada de sombras, pide a su marido que no la mire mientras habla con los dioses del inframundo, pero él quiere verla, arranca un diente de la peineta que llevaba en su moño izquierdo y la prende para hacerse una antorcha. Entonces ve que Izanami es un cadáver putrefacto cubierto de gusanos, que monta en cólera al ver que la ha desobedecido. Izanagi huye aterrorizado y ella envía en su persecución a las nueve brujas del Yomi. Al llegar al paso que une el mundo de los vivos con el de los muertos, Izanami arroja tres melocotones contra sus perseguidores, que se detienen, pero no Izanagi, que se ha convertido en un ser demoníaco. Izanami cierra la entrada del Yomi con una enorme piedra, pero antes de que se cierre del todo, los dos se ven las caras y rompen su compromiso.
Al regresar del Yomi, Izanagi se siente sucio, y para purificarse, según la costumbre japonesa, se baña en el arroyo de Hyuga (al noroeste de Kyushu). De sus ropas nacen varios dioses y diosas, y otros más mientras se baña, pero los más importantes, entre tanta deidad que nacían como churros, son los tres últimos. Al lavarse el ojo izquierdo nace la diosa del sol, Amaterasu-no-mikoto (La Augusta Persona que Hace Brillar el Cielo). Al lavarse el ojo derecho nace el dios de la luna, Tsuki-Yomi-no-mikoto (La Augusta Luna), y al lavarse la nariz, nace el dios del océnano, que posteriormente será el dios del trueno, Susano-no-mikoto (El Augusto varón colérico). Izanagi divide el reino entre su tres hijos, Amaterasu reina sobre Las Elevadas Llanuras del Cielo, Tsuki-Yomi sobre el Reino de la Noche, y Susano sobre el Océno. Pero este tercero no quiere reinar el mar, sino la tierra en la que vive su madre, Izanami. Izanagi lo destierra, y tras concluir su misión divina, se retira al cielo, al Palacio Más Joven del Sol.