Todo sobre las construcciones en la Luna.

Ciudades selenitas. Las construcciones ocultas de la luna.

LA TRANSMISIÓN DEL APOLO 11
Parte de la transmisión que, según Otto Binder (ex-empleado de la NASA), algunos radioaficionados recogieron con sus propios equipos VHF, el día de la llegada del Apolo 11 a la Luna:

– Armstrong: Naturalmente, la NASA estaba comprometida en esa época y no podía arriesgarse a desatar el pánico en la Tierra, pero sí, fue algo rápido y de ida y vuelta.

Según el Dr. Vladimir Azhazha, presidente del Centro de OVNIs de Moscú: “Neil Armstrong transmitió al Centro de Control un mensaje de que dos objetos grandes y misteriosos los observaban cuando alunizaron. Pero este mensaje nunca fue oído por el público, ya que la NASA lo censuró.”
El Dr. Aleksandr Kasantsev afirma que Aldrin hizo un grabación en color de los OVNIs desde el interior del módulo.

Más tarde, en 1985, el astronauta Gordon Cooper, hizo una alarmante advertencia: “Creo que… vehículos extraterrestres y sus tripulaciones nos están visitando desde otros planetas, y que están técnicamente mas avanzados que nosotros. Considero que necesitamos un programa de alto nivel para recoger y analizar la información referente a cualquier tipo de encuentro y para determinar la mejor manera de relacionarnos amistosamente con estos visitantes.”

Periódico ruso dice que existen vestigios humanos en la Luna y que EEUU oculta la verdad

Los eruditos no pueden explicar esta franja ancha en la Luna, que se parece a una franja de despegue y alunizaje.

Despedidos altos funcionarios de la NASA ofrecieron el 30 de octubre de 2006 una conferencia de prensa, en la cual revelaron un secreto mantenido por el gobierno norteamericano durante cerca de 40 años: Existen vestigios de construcciones humanas en la Luna.

Según reveló el periódico ruso “Komsomolskaya Pravda”, en el Club Nacional de la Prensa en Washington se celebró el día 30 una conferencia, convocada por Ken Johnston, director de la Sección de Conservación de Fotos del Laboratorio de la NASA sobre la Luna despedido repentinamente el 23 de octubre, y el ex asesor de la NASA Richard Hoagland; ambos habían participado en el proyecto “Apolo” y el último presidió la transmisión del alunizaje de Apolo por la televisión en vivo y en directo.

Johnston confirmó lo siguiente: En los años 70 del siglo pasado, astronautas norteamericanos vieron y registraron con cámaras fotográficas “vestigios de construcciones humanas de antigüedad remota” en la Luna y fotografiaron algunos vestigios tecnológicos. Al traer las fotos a la Tierra, las entregaron a Johnston, responsable de la conservación de fotos; dirigentes de la NASA le ordenaron destruirlas y, sin embargo, esas fotos fueron secretamente conservadas por él. Casi 40 años después, Johnston decidió publicar estas fotos que estremecerían al mundo. Al mismo tiempo, acusó a la NASA de falsificar, pues todas las fotos oficialmente dadas a conocer pasaron por un tratamiento especial y, en particular, las fotos del alunizaje fueron modificadas.

Hoagland dijo: Los astronautas también trajeron de regreso algunos productos artificiales, cuyas tecnologías ya han sido utilizadas por Estados Unidos, Rusia, China, India y Japón. Estos países están llevando a cabo una nueva rueda de contienda por la Luna. Que yo sepa, los norteamericanos trajeron de regreso a la Tierra un secreto sorprendente descubierto durante la permanencia de los astronautas en la Luna y mantuvieron en confidencialidad este secreto durante muchos años. “La nueva rueda de contienda tendrá un desenlace y, a diferencia de la competencia política con Rusia hace 50 años, este desenlace decidirá el destino de todos y cada uno de los seres humanos de la Tierra.”

Estas dos personas acabaron definitivamente la situación tranquila, pues si se cree en lo que ellas han dicho, la historia escrita por la NASA está llena de mentiras. No obstante, la NASA sí realmente tiene derecho a no dar a conocer las informaciones científicas, tecnológicas y relacionadas con la humanidad y está libre de la vigilancia del Congreso, lo que constituye una protección facilitada por el Departamento de Defensa de Estados Unidos. Hoagland señaló claramente que además de la verdad encubierta sobre la Luna, también fue ocultado el hecho de que la nave no tripulada “Pirata” de 1976 descubriera microbios en la superficie de Marte.

Debido a que recibió muy tarde la noticia, el mencionado periódico no informó con mayores detalles sobre las pruebas concretas, pero las dos fotos publicadas pueden comprobar algunas cosas.

Según otra información, Edwin E. Aldrin, uno de los pilotos de “Apolo XI”, dijo hace poco que había visto OVNI en la Luna. Y, no hace mucho, desaparecieron las maletas 698, 699 y 700 en que se conservaban los registros del alunizaje de “Apolo XI” de 1969. También hay una versión en el sentido de que esta decisión norteamericana de “dar a conocer” tiene algo que ver con el satélite “Chang´E I” lanzado el 24 de octubre por China.

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Vídeo extraído del capítulo “El Mirlo Rojo” de la serie emitida por TVE “Planeta Encantado” de J. J. Benitez.
El argumento de “El Mirlo Rojo” es una historia ya muy conocida entre los creyentes en la ufología: que la NASA, en sus viajes a la Luna, encontró ruinas que evidenciaban la existencia de civilizaciones extraterrestres, y procedió a su destrucción para ocultar al gran público tan sensacional hallazgo. Aquí tenéis las tan discutidas imágenes, una prueba irrefutable de la existencia de las ruinas lunares para unos, y un fraude ridículo para otros.

Lo que se vio desde la Tierra.

En 1879 la Real Sociedad Astronómica Británica cursaba una insólita circular a sus miembros en la que expresaba el deseo de recibir en su sede cualquier informe de sus asociados en el que se diera buena cuenta de alguna observación anómala sobre la superficie de la Luna, la respuesta no se hizo esperar, ya que durante los 2 años que siguieron a su poca frecuente solicitud, las oficinas de la Real Sociedad Astronómica Británica se vieron literalmente inundadas por una avalancha de relatos en los que de describían desde la observación de luces que recorrían el interior de ciertos cráteres, hasta explosiones volcánicas de cierta magnitud. El abultado numero de informes recibidos – que supero los 2 millones – obligo a la sociedad a cancelar su proyecto de análisis y a no emitir ninguna opinión concluyente sobre tan escurridiza materia.

En cualquier caso, lo que realmente puso de manifiesto aquella unánime reacción de los astrónomos Británicos es que ninguno de aquellos relatos resultaba nuevo o extraño a los ojos de aquellos expertos. No en vano en 1787 el prestigioso Willian Herschel, descubridor de Urano, ya había hablado de sus extrañas observaciones lunares denunciando sin pudor haber visto la erupción de tres volcanes sobre su superficie… ” Los he detectado, escribió en aquel entonces Herschel en diferentes lugares de la parte oscura de la Luna nueva. Dos de ellos están casi ya extintos o, en cualquier caso, en estado de cercana erupción que quizás se produzca en la próxima lunación. El tercero muestra una erupción actual de fuego y materias luminosas”. Dos años después de esta “confesión”, otro eminente Selenógrafo, el profesor germano Schroeter declaro haber visto, sin genero de duda,”Un brillante estallido de luz, que estaba compuesto de muchas chispas pequeñas y separadas (..) que se movían todas juntas en línea recta hacia el norte del Mare Imbrium y otros lugares de la superficie de la Luna”.

Ambos relatos son irreprochables. No solo por la reconocida solvencia científica de quienes lo enunciaron, sino porque se amparan dentro de una amplísima casuística de detecciones a través de telescopios de luces, cúpulas, puentes y un sinfín de registros visuales de similar grado de extrañeza, para los que la ciencia no tiene una explicación convincente alguna. En líneas generales esta clase de enigmáticas luces han recibido, en el ámbito astronómico, el nombre de LUNAR TRANSIENT PHENOMENA (LTPs) o FENÓMENOS TRANSITORIOS LUNARES indicando claramente la naturaleza escurridiza y efímera de semejantes apariciones sobre el suelo lunar. Comúnmente los LTPs se observan en el lado brillante de la cara visible de nuestro satélite y casi siempre se trata de luces blancas del tamaño de una estrella – aunque también hay registros de luces rojas, amarillentas y azuladas – cuya permanencia sobre la superficie varia entre unos segundos y algunos días. Desde el siglo VI hasta hoy el numero de incidentes de este tipo catalogados por astrónomos privados como Winfried S. Camerón supera los 2.000, entre los que se incluyen frecuentes avistamientos de flashes intermitentes de luz como si alguien intentara mandar un a señal de Morse a la Tierra. Por otra parte, uno de los últimos y mas completos listados “oficiales” de LTPs, elaborado por la NASA en Julio de 1968, recoge la nada despreciable cantidad de 579 incidentes profusamente documentados entre Noviembre del 1540 y Octubre del 1967.

Como sin duda el lector habrá adivinado, este asunto tiene ciertos paralelismos con el familiar misterio de los Ovnis ya que, como en este, las evidencias testimoniales, fotográficas y – mas recientemente – fílmicas demuestran que “algo” esta sobrevolando la Luna y se desplaza ocasionalmente a lo largo de zonas muy concretas de esta (como los cráteres Platón o Aristarco). Y por si fuera poco, su actividad parece dispararse cuando el planeta Marte se encuentra mas cerca de la Tierra.

El fracaso de las Apolo

El 19 de Julio de 1969 el modulo principal de la misión Apolo XI entraba en órbita alrededor de la Luna y comenzaba a ultimarse todos los preparativos que permitirían que el modulo Eagle alunizara sobre la superficie de nuestro satélite dos días después. La rutina de los preparativos técnicos fue interrumpida por una llamada de Misión Central de Houston (Texas) que previno a los astronautas de algo insólito que debían tratar de comprobar: al parecer varios astrónomos aficionados habían telefoneado a la NASA para informar de que estaban viendo un fenómeno LTP en las inmediaciones del cráter Aristarco, muy cerca de la órbita de la nave estadounidense. Tras recibir la orden, Neil Armstrong, sin pensarlo un segundo, fue hacia una de las ventanillas del modulo y observo, en la cercanía de lo que creyó que era el cráter Aristarco en cuestión “un área considerablemente mas iluminada que la zonas de alrededor. Parece que tiene algo de fluorescencia“. Sorprendentemente, tras el final de la misión, Houston no se pronuncio nunca sobre la naturaleza de este y otros avistamientos de luces extrañas durante este vuelo espacial, si bien posteriores mediciones del cráter Aristarco pusieron de relieve que en la zona existían unos niveles de radioactividad de difícil explicación.

Desde entonces hasta hoy han pasado ya 25 años. En aquellos épicos días de la llegada del hombre a la Luna muchos astrónomos creyeron ingenuamente que los astronautas de las misiones Apolo despejarían las incógnitas nacidas a la luz de sus observaciones nocturnas. Pero pocas esperanzas se demostraron tan infundadas como esta. En definitiva, se encontraron con un satélite “muerto” geológicamente hablando. Por otra parte, el casi 1/3 de tonelada de tierra y piedras lunares que trajeron con sigo a la Tierra, así como sus filmaciones y mediciones sobre el terreno, después de haber sido analizadas concienzudamente en los laboratorios de la NASA norteamericana, no solo se ratificaron las impresiones de los astronautas sobre la esterilidad de aquel mundo, sino que ayudaron a incluir nuevos y aun mas incómodos enigmas. Por ejemplo, las misiones Apolo pusieron de relieve la existencia de un campo magnético irregular alrededor de la Luna que incluso se puede encontrar en los materiales “exportados” del satélite. No esta claro como pudieron originarse semejantes índices de magnetismo en este pequeño cuerpo astronómico, incapaz de contener un núcleo de metal caliente o fundido. Pero además – señalaron los propios ingenieros de la NASA – la Luna tampoco gira suficientemente veloz como para crear un efecto dinamo sobre los minerales lunares.

En Junio de 1985 el investigador norteamericano Willian Corliss hizo acopio de estas y otras “irregularidades” no resueltas por la NASA en el transcurso de su proyecto LUNARORBITER y APOLO, enunciando en su obra “The moon and the planet: A catalog on astronomical anomalies” mas de 60 categorías distintas de fenómenos extraños relacionados con la Luna. Entre las mas espectaculares se encuentran las que hacen referencia a su órbita irregular y que han pretendido explicarse gracias a perturbaciones gravitacionales de origen no identificado. La mas seria de estas perturbaciones es el alejamiento de la Tierra que excepcionalmente nuestro satélite y que pone en evidencia la fragilidad del sistema gravitacional Tierra-Luna, al tiempo que valida la teoría de que esta ultima fue capturada por nuestro planeta hace varios miles de años y que por lo tanto, corre el serio riesgo de volverse a escapar en cualquier momento… o lo que es peor, terminar por impactar contra este calido punto azul “algún día – especifica Corliss en su trabajo” en el futuro, pudríamos perder la Luna y esta podría terminar convirtiéndose en un planeta por derecho propio”.

Ni que decir tiene que, durante los últimos 2 años esta clase de especulaciones han allanado considerablemente el terreno a escritores cuyos argumentos están a medio camino entre la ciencia y mas delirante ciencia-ficción. Uno de ellos, sin duda de los mas notables, es el norteamericano Don Wilson, quien tan solo 3 años después de cancelar el proyecto Apolo publico en 1975 su libro “La Luna una misteriosa nave espacial“, en el que además de acusar a la NASA de ocultar información obtenida durante sus misiones en la Luna, concluía que nuestro satélite era en realidad una especie de gigantesca nave espacial, esférica en cuyo núcleo se encontraba una colosal base extraterrestre. No tardaron en irse a la zaga autores como George H. Leonard, quien, en su libro “Some one else in on our Moon” (1976) mostraba convencido algunas fotografías de la NASA de nuestra visita a la Luna en donde – a su juicio – se apreciaban claramente muestras de tecnología alienígena. Sus argumentos se fundamentaban sobre imágenes de pobre calidad en las que parece apreciarse rastros de ruedas sobre el polvo lunar, presuntas excavadoras gigantescas o entradas a bases subterráneas.

Las ciudades de la luna

Sin embargo, contrariamente a lo que pueda deducirse del delirante hilo argumental seguido por Leonard en su libro, esta obra contiene algunos datos de interés, en si mismos, constituyen un genuino problema astronómico. Me refiero a las relativamente frecuentes observaciones de cúpulas, puentes y estructuras presumiblemente arquitectónicas vistas sobre nuestro satélite de los que Leonard se hace eco. Las referencias mejor documentadas de esta clase de observaciones se remontan a mediados del siglo pasado y , mas concretamente, a 1848, cuando el notable astrónomo germano Gruithuisen de Munich, afirmo haber descubierto en la parte meridional del hemisferio visible de la Luna las huellas de ciudades Selenitas. Y lo que es mas: afirmó haber visto manchas verdosas en el interior de algunos cráteres que se desplazaban irregularmente y que el astrónomo no dudo en identificar como vegetación o, en el peor de los casos, con plagas enormes de insectos. Peo Gruithuisen no fue el único en defender semejantes “herejías”. En 1885 otro astrónomo, esta vez Thouvelot, creyó haber localizado otro grupo de ruinas cerca del cráter Petico.

La llegada de las misiones espaciales que reconocieron minuciosamente nuestro satélite desde sus cómodas órbitas no desvanecieron los rumores que se referían a la existencia de ruinas de antiguas ciudades en la Luna. De echo, uno de los mayores responsables de propagar este “rumor” fue el profesor norteamericano Willian Blair quien, tras acceder a algunas de las fotos secretas de la misión ORBITER-2 en abril de 1966, descubrió en una de ellas varios monumentos de mas de 200 metros de altura distribuidos geométricamente sobre el suelo lunar. Para Richard W. Shorthill nada hace suponer que se traten de formaciones artificiales, sino el producto de un complejo “fenómeno geofísico” que ha dado lugar a la falsa impresión de que se trata de edificios o cúspides. La astronomía mas ortodoxa tiende a aplicar esta solución a las “cúspides de Blair” a cuantos relatos similares redactados por astrónomos de todo el mundo, y de todas las épocas históricas encuentren a su paso.

En este sentido, especial atención merecen las observaciones astronómicas de cúpulas y puentes en algunos sectores de nuestro satélite realizadas por astrónomos de toda credibilidad. Sobre las primeras – según señalo Joseph Goodovage en su articulo para la revista estadounidense SAGA en 1974,

“en los últimos años mas de 200 estructuras blanquecinas, circulares y con forma de cúpula, han sido observadas sobre la Luna y catalogadas pero, por alguna extraña razón, a menudo desaparecen de su lugar para reaparecer en otro”.

Los astrónomos no saben a que clase de fenómeno obedecen estas escurridizas visiones, o si se trata, simplemente de una burbuja de gas que ocasionalmente se forman sobre la superficie de la Luna. Y cierto es que la naturaleza evanescente de este fenómeno impide su examen y análisis cuidadoso.

No ocurre lo mismo con el puente que con relativa frecuencia a sido visto sobre el Mar de las Crisis y que, según algunos informes, podría alcanzar los 18 kilómetros de longitud. Para los astrónomos mas audaces, como el Británico H.P. Wilkins, semejante estructura, aun a pesar de que no parece estar siempre en el mismo sitio – debe ser forzosamente artificial – pero… ¿CONSTRUIDA POR QUIEN?

Canales y otros misterios

En definitiva, cuantos mas datos recogemos sobre nuestro satélite y cuanto mas nos acercamos a el para explorarlo, tantas o mas misterios nos presenta. Uno de estos es el que hace referencia a la existencia en su superficie de regiones que parecen haber estado ocupadas por corrientes de agua durante cientos de años, o haber sido playas enormes en el pasado remoto de este cuerpo planetario. Sin ir mas lejos, a primeros de este siglo 20 el profesor W.H. Pickering catalogó, desde su observatorio de Arequipa (Perú), treinta y cinco zonas estrechas sobre la Luna que eran virtualmente idénticas a lechos de ríos secos de la Tierra. Se trata de unos cursos irregulares que terminan desembocando en cráteres y que, en el pasado, dieron lugar a la idea de que como en Marte – en la Luna había canales. O al menos, eso defendió en 1896 el astrónomo y eminente “marcianólogo” italiano Cerulli.

Otro aspecto enigmático son las recurrentes observaciones de rayos luminosos que surcan la superficie del satélite en líneas rectas perfectas y que remontan obstáculos de todo tipo, desde montañas a cráteres, sin que esto desvíen ni un ápice su orientación rectilínea. Suelen aparecer en luz solar fuerte y es posible verlas desde la Tierra hasta con un pequeño telescopio, siempre que este situado hacia los lugares que tradicionalmente aparecen estos rayos, como los cráteres Copérnico, Tycho y Kepler. Si bien no existe un estudio sistemático de este fenómeno, se sabe, por ejemplo, que suelen producirse en las inmediaciones de cráteres “nuevos”, con aristas pronunciadas, y que son capaces de recorrer cientos de kilómetros sin desviarse un solo grado en su trayectoria. Ahora bien, contrariamente a lo que podría pensarse estas líneas no son uniformes, sino que con frecuencia se quiebran dando la impresión de que son líneas discontinuas y sugiriendo un origen meramente óptico de las mismas.

En cierta manera ya nos lo advirtió el revolucionario astrónomo polaco Nicolás Copérnico cuando sentencio sabiamente “que nadie espere nada seguro de la astronomía, pues nada cierto nos ofrece”. Sus palabras, casi proféticas, se ajustan como un guante al desafío que, multiplicado desde que llegamos a ella, nos plantea a diario nuestro enigmático satélite.

Artículo de Javier Sierra.

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Imágenes

Este es el cráter Uker, en el se encuentra un triángulo perfecto de 28 Km, Uniendo las tres áreas mas nítidas del borde del cráter se forma otro triángulo equilátero, este cráter se encuentra cerca del centro de la Luna y es perfectamente visible con un pequeño telescopio

Esta foto es de una zona llamada Shard, fíjese en la sombra de la izquierda.

La cruz que aparece en la foto es debida a una marca de la cámara.

Al observar las fotografías realizadas por las primeras sondas lunares enviadas en los comienzos de la carrera espacial, entre ellas las fotografias del LUNAR ORBITER 3 (1966), hay una en la que se ve lo que puede ser una especie de construcción de dos kilómetros de altura, sumamente erosionada, a la que se denomina “SHARD”, a cuyo lado se encuentra un enorme cubo brillante flotando a unos once kilómetros de la superficie lunar.

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