Una larga cadena de inexplicables muertes crearon su leyenda.
Normalmente escuchamos historias sobrenaturales que transcurren en edificios, cementerios, etc. La de hoy tiene un escenario menos conocido y común, un submarino de guerra. Bienvenidos a bordo del U-65.
A partir de 1871 y hasta 1919, el Imperio Alemán desarrolló una importante industria marina destinada a su uso militar. Este importante contingente se conoció como “Kaiserliche Marine”, o Marina Imperial y nació con el intento del Kaiser Guillermo II de ganar en poder de flota al Imperio Británico.
En 1916, en los astilleros de Hamburgo, se estaban construyendo para aumentar esta flota, 6 submarinos de combate que irían numerados del U-60 al U-65, y que debían entrar en combate en la 1ª Guerra Mundial. Fueron terminados en 1917, pero desde su construcción, uno de ellos, el U-65 comenzó a fraguar una leyenda negra a base de una cadena de extrañas e inexplicables muertes.
Uno de los operarios que lo construían fue golpeado con una viga destinada a la cubierta de eslora, y murió en 1916.
Pocos meses después, tras ser finalizado, el 26 de enero de 1917, fue trasladado a mar abierto para probarlo, tres tripulantes quedaron atrapados y murieron asfixiados en la sala de máquinas, al supuestamente atascarse la puerta, algo más que extraño, porque cuando los mecánicos acudieron a investigar, la puerta se abrió sin ninguna dificultad.
Días después, en unas maniobras conjuntas con otros dos submarinos del mismo tipo, ocurrió otro suceso extraño. El capitán ordenó a un marinero inspeccionar las escotillas y la cubierta antes de efectuar una inmersión. El mar estaba calmado y no soplaba brisa alguna, y el vigía aterrado, vio como el marinero tranquilamente, y sin mediar palabra, comenzó a andar por la cubierta y se lanzó al agua junto al remolino de las hélices.
Tras el shock, y de informar del “accidente”, el capitán continuó con las maniobras y mandó sumergirse la nave, pero el submarino no responde, y comienza a hundirse sin control hasta tocar fondo, donde continúa durante 12 horas. La tripulación aterrada y con el fantasma de la maldición por todo lo ocurrido en sus cabezas, tiene la certeza de que van a morir por falta de oxigeno, pero de la misma extraña manera que se hundió, sale solo a flote cuando el aire casi se había agotado.
El submarino regresa al astillero para ser reparado del choque con el fondo. En el sistema de maquinarias no se detecta nada anormal, y en unos pocos días, el submarino es declarado valido para el servicio, pero en el proceso de armarlo de nuevo, un torpedo estalla al recibir un golpe, segando la vida de un oficial y 8 marineros.
La tripulación embarcó aterrada, y los testimonios de marinos que veían al oficial muerto cruzado de brazos sobre la cubierta se dispararon. El temor era tal que al llegar a Dover, en pleno combate, la tripulación prefirió desembarcar bajo las bombas antes que seguir a bordo. Nada más pisar tierra, el capitán murió alcanzado por metralla.
Los marineros se negaron a volver a embarcar enfrentándose a un consejo de guerra, pues decían que aquel submarino estaba embrujado. Algo extraño debieron ver los altos mandos, pues a los pocos días enviaron un sacerdote para que exorcizara la nave.
Pero la maldición o la mala suerte se quedaron a bordo. Esa misma noche, un artillero se desmayó al ver al oficial muerto de brazos cruzados de nuevo sobre cubierta, y por la mañana un marinero apareció muerto tras suicidarse y en la sala de maquinas, un accidente rompió la pierna de otro marinero.
La leyenda negra del U-65 ya era conocida en toda la armada alemana y tuvo un fin igual de extraño que su misteriosa vida, ya que a tan solo 4 meses del fin de la guerra, un 18 de julio de 1918, y mientras estaba emergido, fue interceptado por el enemigo, un submarino americano llamado L-2 , cerca de Irlanda.
El capitán americano, antes de dar la orden de lanzar un torpedo, divisó algo extraño sobre cubierta, y en su transcripción declaró que era un hombre con los brazos cruzados, extrañamente similar al fantasma que varios marineros afirmaban haber visto.
Sin darlo importancia se decidió a dar la orden de “fuego”, pero sin llegar a hacerlo, el U-65 saltó por los aires. El capitán corrió a buscar al responsable de abrir fuego sin su orden, pero se comprobó que ningún torpedo había sido disparado, así que ni siquiera en su final el misterioso submarino parecía escapar al misterio.
El tema fue zanjado porla Marina Imperial que perdió 34 vidas con su explosión, pero meses después, al acabar la guerra, aparecieron testimonios de varios marinos que habían desertado del U-65 y que narraban como veían extrañas luces en el interior, otro incluso afirmó que una mano helada le había tocado la cara, y como la mayoría de la tripulación había solicitado traslado a otro submarino.
Tras el testimonio de varios marineros el periodista americano Edgar Cayce, destapó la investigación a la que se sumaron multitud de testimonios. Simultáneamente y para acallar los rumores, la marina emitió un informe alternativo con las misiones del submarino en el que se negaba todo. La mayoría de los movimientos del “nuevo” informe, nunca habían existido, a pesar de que admitían que “en algún momento el submarino había efectuado maniobras inexplicables que escapaban al control y conocimiento de sus experimentados tripulantes”.
Solo nos queda saber si en algún lugar del océano aún sigue el U-65 como nave fantasma y con su oficial de brazos cruzados sobre cubierta.