Si es que a veces, estas cosas de la muerte acaban por unir más que por separar. Ya lo vimos hace un tiempo con el caso de este simpático vietnamita que desenterró a su señora esposa y durmió con su cadáver durante cinco años. Hoy la cosa va un poquito más allá y os contamos el caso de una tal Casie, que le ha cogido el gustillo a eso de comerse las cenizas de su esposo, y para más Inri, va y se lo cuenta a todo el mundo.
La cosa es que el buen hombre falleció no hace mucho de un ataque de asma y Casie, su actual viuda y comensal, quedó muy afligida por la pérdida. Tal era su amor por el difunto que no quiso separarse de él, y allá que iba con sus cenizas a todos lados; de compras, de paseo, al médico, al cine… y claro, tanto va el cántaro bajo el sobaco de la viuda que al final se abre. Y así fue que un buen día acabaron unas pocas cenizas en las manos de la viuda y claro, lo normal en estos casos… se las chupeteó y descubrió que le gustaba.
Según afirma la señora, las cenizas tienen sabor a “huevos podrido, arena y papel de lija” y sin embargo le resulta tan sabrosa que no puede parar.
Y así va la cosa, por el momento parece ser que ya se ha merendado un cuarto del tarro mientras acude a terapias en busca de una solución para sus nuevos gustos. ¿Será amor, será gula? Lo único seguro es que el marido probablemente jamás imagino donde reposarían sus restos.
Quizás, y solo quizás, lo que le hace falta a esta mujer son unas buenas vacaciones en Varanasí.